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Crónica | Visitas guiadas al mítico penal franquista

El Gobierno navarro enseña Ezkaba como fuerte y no como cárcel

El gobierno de nafarroa y el Ejército abrieron ayer al público por vez primera parte de las celdas de la cárcel de ezkaba. Se trata de visitas guiadas donde se ensalza su valor arquitectónico y se calla gran parte de su pasado como uno de los penales más duros del régimen franquista.

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Aritz INTXUSTA

Las visitas al fuerte que arrancaron ayer han tomado muy poco en cuenta la petición de la Asociación de Familiares de Fusilados de Nafarroa para que se dejara claro que entre esos muros «murieron cientos de personas sólo por el hecho de pensar diferente». Por contra, el discurso que se ofrece está dirigido a dar a conocer unas infraestructuras con las que, en palabras del guía José Carlos Carnero, «algo hay que hacer y se requiere mucha inversión»

Con las obras de rehabilitación, limpieza y desescombro de este fuerte de Ezkaba, abandonado desde 1991, los graffittis de sus paredes han sido borrados por los militares españoles y los empleados de la empresa pública Tragsa. Así han desaparecido también las inscripciones de los prisioneros que durante años estuvieron encerra- dos allí, algunas de ellas escritas a lápiz.

También se han derribado algunos muros construidos para adaptar el fortín y convertirlo en prisión. Según el guía de la visita a la que acudió GARA, el motivo es que «limitaban demasiado la vista y el paso».

El director del documental «Ezkaba: La gran fuga de las cárceles franquistas», Iñaki Alforja, denuncia que «el muro que ha sido derribado es precisamente el que cerraba el patio para convertirlo en cárcel. Además, se ha destruido otra estructura cercana a donde se encontraba el economato». Estas actuaciones, a juicio del realizador, «están destinadas a caracterizar a la prisión como fortín militar, algo que nunca fue, ya que nació obsoleto y su primera función fue la de cárcel. Es una reinterpretación, desde un punto de vista de derechas, de todo el fuerte. Desvirtúa la verdadera historia de Ezkaba».

De esta forma, la visita se centra en mostrar la inmensa y ambiciosa estructura de una fortaleza artillera concebida para ser «una de las mejores de toda Europa», a pesar de que nunca llegó a albergar los cañones para los que fue diseñada, ya que antes de que las obras finalizaran (en 1919) estalló la primera Guerra Mundial y los aviones irrumpieron como arma de guerra, lo que dejó inservible el ambicioso proyecto de Alfonso XII.

La historia de Ezkaba como prisión arranca en 1934, después de que Franco aplastara de forma brutal la rebelión en Asturias. Son estos rebeldes que proclamaron la República socialista de Asturias los primeros presos que comienzan a llegar al fuerte. Ellos traerán también las primeras denuncias por falta de higiene e insalubridad y las primeras peticiones de cambio de prisión.

«Después del Alzamiento Nacional, muchos de los que pertenecían al bando republicano acabaron aquí. Esta era zona estaba dominada por el bando nacional», explica sucintamente el guía, quien sin embargo detalla de forma exhaustiva el proyecto original.

Según su explicación, el pabellón principal estaba compuesto por viviendas para soldados, cocina, comedor, zona de visitas, biblioteca y enfermería. Sin embargo, los barrotes de las habitaciones demuestran que la realidad fue bien distinta. Todo el pabellón eran celdas.

«Están dando información, pero muy controlada», afirma uno de los asistentes, que asegura haber acudido en muchas ocasiones al famoso fuerte y conocerlo bien. «Echo de menos que no se visiten los húmedos sótanos que se encuentran debajo del lavadero», añade.

Fueron precisamente la humedad, la hambruna y la miseria los motivos fundamentales de las muertes en Ezkaba durante los primeros años. Después le tocó el turno a la tuberculosis, ya que San Cristóbal fue reconvertido en «sanatorio penitenciario» y recibía a presos enfermos de todo el Estado. Por ello, algunos se aventuran a calificar esta estructura como «campo de exterminio».

Sin llegar a este extremo, la historiadora Mirta Núñez sí que identifica al fuerte de Ezkaba como una de las prisiones «especialmente terribles» de la dictadura franquista y lo enclava dentro de la campaña de terror lanzada por Franco para evitar un nuevo levantamiento de los vencidos tras la guerra del 36.

Carnero menciona durante la visita la famosa fuga de Ezkaba, una de las más importante de la historia contemporánea de Europa, cuando más de 700 presos se escaparon «por el hambre que tenían» y la gran mayoría de acaba siendo acribillada en la falda del monte. De hecho, sólo tres lograrían concluir la fuga. El guía recuerda que «los catorce cabecillas fueron juzgados en un consejo de guerra y fusilados. Sólo se salvó uno, que acabó en el psiquiátrico. Pese a todo, la explicación de la fuga no ocupa más de un minuto y el guía la zanja para «hablar de cosas menos tristes» y pasar a visitar la zona que iba a estar destinada a albergar los cañones. Ante las preguntas de los visitantes, reconoce que también esas estancias fueron reconvertidas en celdas.

El dinero invertido en la remodelación de San Cristóbal fue fruto de una petición de la diputada de NaBai en Madrid, Uxue Barkos. Según los datos ofrecidos por el guía ayer en la visita, el montante es de 500.000 euros. La empresa encargada del «amejoramiento» de las condiciones del fuerte ha sido Tragsa, que realiza la labor en colaboración con el Ejército.

El historiador José Carlos Carnero reconoce que no ha visitado la totalidad del complejo militar excavado en la cima del monte. En las visitas, que duran una hora, apenas da para visitar la mitad de las instalaciones, y hay zonas en las que el paso sigue prohibido. El Ministerio de Defensa sigue siendo quien tiene las llaves del fuerte y quien decide qué se puede ver.

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