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Elecciones al Parlamento Europeo

(Re)brote verde en un mapa rojo y azul, y dos años para cambiarlo

La victoria de ese «pueblo abertzale de izquierdas» es muy evidente en Nafarroa, donde pone en entredicho la apuesta de NaBai por el PNVSi ese bloque cuaja, los resultados del 7-J muestran que puede competir por el liderazgo del país con cualquiera, se llame PNV, PP o PSOE

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Ramón SOLA

El «pueblo abertzale de izquierdas» existe y es la única alternativa a un mapa marcado por el rojo y azul de los partidos estatales y adornado con un PNV siempre presto a apoyarles. Las urnas han ratificado la impresión generada por la huelga del 21-M. Esperan dos años sin elecciones para redefinir alianzas políticas y estrategias.

Los abertzales proclives a ver la botella medio vacía quizás se hayan quedado con el dominio contundente de los partidos estatales a un lado y otro de la muga. Pero hay motivos sobrados también para verla medio llena. El 7-J ha mostrado que hay vida más allá de PSOE, PP o UMP, y también de un PNV siempre dispuesto a sacarles las castañas del fuego pero cada vez más menguado y prescindible. Las urnas han confirmado que eso que resurgió en la huelga general del 21 de mayo y que Arnaldo Otegi ha dado en llamar «pueblo abertzale de izquierdas» existe, por encima de ilegalizaciones y de divisiones en siglas. No es un brote verde, sino en todo caso un rebrote de algo que nunca murió y que resurge ahora con fuerza ante los ojos de los que soñaron con que había desaparecido.

Entre ellos estaban medios como ``El País'' o ``El Mundo''. El primero hablaba ayer de «éxito» de II-SP en Euskal Herria, y el segundo añadía que «sus resultados invitan a reflexionar». Políticos habitualmente sinceros como Miguel Sanz han utilizado esta misma expresión; los tramposos compulsivos, como Alfredo Pérez Rubalcaba, han preferido en cambio camuflar ese éxito en comparaciones imposibles, como la de medir a II-SP con la EH de 1999.

Si en algún sitio es evidente el rebrote verde esperanza es en Nafarroa. Por muchas razones. Para la izquierda abertzale, la travesía del desierto ha sido allí más larga que en el resto; si en la CAV este sector encontró su «oasis» con EHAK en 2005, en Nafarroa no había habido opción de voto legal desde 1999, es decir, toda una década que aumentaba el riesgo de desafección. Entre medio, además, sufrió con más impacto que otros sitios una escisión -Aralar- y un intento de sustitución -Nafarroa Bai-. Pero ha sobrevivido a ello, con 23.000 votos. Extrapolando el dato al volumen de participación de las elecciones al Parlamento navarro de 2007 (votaron 345.000 personas frente a las sólo 200.000 de ayer), se ve que entonces los ilegalizados pudieron sumar cerca de 40.000 si les hubieran dejado.

Probablemente no todos esos votos del domingo sean estrictamente de la izquierda abertzale clásica, sino de ese «pueblo abertzale de izquierdas», el mismo que protagonizó una manifestación histórica en Iruñea en la huelga del pasado 21 de mayo. La propuesta inequívocamente de izquierdas de II-SP encajaba como un guante en un herrialde que sigue manteniendo sus constantes de dinamismo social o de lucha obrera. Y desnudaba de paso a Nafarroa Bai, una coalición que se sitúa justo en los parámetros contrarios.

El escrutinio ha constatado el desequilibrio en que ha caído esta fórmula. Alguien tendría que explicar cómo se deja que el PNV siga llevando sus riendas en el aspecto ideológico -con permiso de la dirección de Aralar, que no de sus bases- cuando se trata de un partido que tiene menos apoyo social que UPyD. En la práctica, mediante posiciones como las de Uxue Barkos en Madrid, gestiona un paquete de entre 60.000-75.000 votos (según comicios) con sólo ¡3.601!

No está de más recordar que fue el PNV quien vetó la presencia de la izquierda abertzale en la coalición allá por 2004. Mirando los datos del domingo, NaBai prefirió esos 3.601 jeltzales a los 22.985 de la izquierda abertzale. Pésima inversión, sin duda. Con ella, la coalición dilapidó su potencial. No es el «contenedor» que busca ese pueblo navarro de izquierdas que puede ser una multitud.

El ejemplo navarro demuestra que quien ha ganado realmente es ese «pueblo abertzale de izquierdas», no sólo la izquierda abertzale en sentido estricto. Y por ahí hay espacio sobrado para crecer, con gentes de todos los movimientos sociales, con la fuerza de los sindicatos abertzales excluidos de la Nafarroa oficial, e incluso con una dirección de EA que se decanta abiertamente por la apuesta soberanista (los Garaikoetxea, Ramírez, Amezketa...). Por donde no hay más recorrido es por la derecha del PNV, por la ocultación de la ikurriña, por asumir el TAV como una necesidad y por seguir poniendo todos los huevos en la cesta del PSOE a la espera de que 2011 no traiga otro «agostazo».

Si ese bloque todavía sin forma ni estructura cuaja, los resultados del 7-J muestran que está en condiciones de medirse con cualquiera, y no a largo plazo, sino a corto o medio (antes incluso que los dos años que faltan para las siguientes elecciones, municipales y forales).

Podría rivalizar, en primer lugar y por cuestión de competencia directa, con el PNV, a quien ya ha pisado los talones en estos comicios. Si en 2004 el voto jeltzale fue más del doble que el de la izquierda abertzale, ahora los 213.000 votos jelkides a un lado y otro de la muga se sitúan al alcance de los 143.000 obtenidos por la izquierda abertzale en ese mismo espacio. Y ésta le superaría con los aportes de EA-Aralar y Europa Ecologie (69.000 entre ambas).

Los comicios marcan el retorno al esquema clásico del arco abertzale, con un polo de izquierdas (izquierda abertzale) y otro de derechas (PNV) en torno a los cuales se deberán reagrupar el resto de formaciones. La fractura de EA en plena campaña electoral ya anticipó esta disyuntiva evidente. Los partidarios del cambio político tendrán que caminar hacia la izquierda abertzale y quienes prefieran seguir como hasta ahora se dirigirán ineludiblemente al PNV para hacer su oferta a una especie de «pueblo abertzale de derechas» (la etiqueta clásica de «nacionalismo institucional» quizás se le quede grande ya tras la pérdida de Ajuria Enea).

Tampoco las formaciones estatales son inalcanzables. Se ha exaltado el éxito del PSOE, pero pese a estar subido en la ola del reciente acceso a Ajuria Enea y haber absorbido parte del voto del PP en Euskal Herria, sus apoyos son los que son y no más: 263.153, más los 12.238 del PS. Otro tanto se puede decir del PP y sus 192.101 votos, que son menos también de los que obtendría un eventual polo abertzale de izquierda.

Sea como sea, lo que está claro es que la situación aboca a fusiones, tanto de siglas como de estrategias. Hay dos años para hacerlo, pero tampoco se debería esperar tanto porque esa sinergia es decisiva para avanzar hacia la resolución del conflicto, y esto sí que urge. La metamorfosis de todo este espectro es imparable: ahí están las escisiones de EA y EB, la batalla de los sectores del PNV que ha acabado con Ibarretxe, los vaivenes de voto de Aralar... e incluso, a otro nivel, el debate interno de la izquierda abertzale.

El cuadro electoral en Ipar Euskal Herria da buena muestra de ese caos. Resulta complicado incluso determinar la cantidad exacta de votos recabados por las diferentes listas, porque tanto AB como EA se diluyeron en la candidatura del ecologista Bové. Tanto EHA como el PNV han obtenido resultados potentes. Resulta reseñable que, pese a competir entre ellos, ha habido posibilidades de avance para todos. Pero tampoco cabe equivocarse, pues los sectores abertzales coinciden en su mayoría en reclamar una acción unitaria. Allí tendrán opción de ir a las urnas dentro de un año, y habrá que ver si entonces prospera una coalición del estilo de Euskal Herria Bai...

Hay, por tanto, motivos para que los abertzales se ilusionen con el futuro, y no es poco después de unos comicios como los europeos, que en el ámbito estatal se convierten en monocultivo de partidos como PSOE y PP. Aquí, todo tiene un desarrollo muy diferente. Por ejemplo, se confirma que la izquierda vasca es la única fuerte en un Estado español en el que no hay rastro de ella, ni siquiera tras las tropelías derivadas de la crisis.

Que Euskal Herria is different se nota incluso en la tendencia de las formaciones estatales. El PSOE que pierde terreno en el conjunto del Estado avanza en detrimento del PP en Euskal Herria, y no será precisamente por su política ante la crisis, que parece haber sido el motivo del retroceso estatal. En Lapurdi, Nafarroa Beherea y Zuberoa, por contra, se invierte la tendencia de los últimos años, en los que el PS iba desplazando a la derecha. Ahora es ésta quien se consolida, y dentro de ella es el partido de Sarkozy quien come terreno al Modem. Le ha superado con creces hasta el punto de que su tercer candidato, el vasco Alain Lamasoure, ha logrado su escaño del Gran Sud Ouest de calle, tanto que también ha sido elegido el cuarto de la lista.

Los grandes partidos estatales, en grandes circunscripciones electorales que no entienden de naciones, se han vuelto a llevar las actas de eurodiputados. Sin duda, todos ellos habrán mirado de reojo a ese brote verde que vuelve a salir del subsuelo vasco después de que no pudieran cortarlo de raíz.

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