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Jon Odriozola Periodista

Estripburgo

Se dice que el número de prostitutas es significativamente alto durante los cuatro días al mes en los que se reúne el Parlamento Europeo

En Estrasburgo, sede alsaciana del Parlamento Europeo, existen más de 20 mezquitas, 30 iglesias católicas, 13 protestantes, 9 sinagogas y 10 templos budistas. Edificante. Últimamente Estrasburgo -informa Sandra Wickert- se ha ganado la fama de Estripburgo: de ella se dice que es la capital europea con más prostitución. El barrio estrasburgués circundante a la Estación Central es uno de los más limpios de Europa. Ni bares de mala nota ni sexshops. Al revés, hoteles para la alta burguesía y algunas fruterías y una tienda de juguetes viejos. Lindo escaparate. Tampoco en el centro de la ciudad pueden encontrarse las típicas zonas de prostitución como si fueras a la berlinesa Orangerburger Strasse. No, ahora las prostitutas están en las afueras como se hacía en las ciudades modernas en los inicios de la industrialización, en el extrarradio por motivos higiénico-sanitarios. Tiene lógica.

Parece ser que tal puterío ya no es tan visible como antes y se esconde. Eso se debe a las leyes francesas (hubo un tiempo en que Alsacia fue alemana). Si a finales de los años 90 del siglo pasado se prohibió el «reclamo activo», en marzo de 2003 la ley Sarkozy (todavía no era presidente) hizo punible también el «reclamo pasivo», o sea, que si una bayadera te sonríe, el puro es para ella en forma de multas. Es por esto que las «mujeres públicas» (también las ministras lo son, pero, claro, éstas no son putas aunque yo, como pancartero, digo aquello de «ya que los gobernantes nos fallan, que nos gobiernen sus madres») llaman menos la atención y visten de forma menos provocativa que antes. Lo erótico, decía el calvinista Unamuno, no es un desnudo sino un desvestido: pone más. Hago un inciso para decir que yo jamás he considerado la prostitución como una «profesión» y sí como una vileza. Triste sociedad esta en que hay que llamar -¡y encima suena progre!- «trabajadoras del sexo» a lo que no es sino molicie para consumo de quien paga por usar cuerpos. Y yo, conste, de puritano, cero.

Las putas de Estripburgo provienen de la pobreza y quieren ayudar económicamente a sus familiares. Creen que pueden abandonar la prostitución después de algún tiempo. Es posible y nada me alegraría más. Muchas viven en la ciudad alemana de Kehl, muy cerca de Estrasburgo. En Kehl, por cierto, está el centro franco-alemán de cooperación policial y aduanera desde el año 2000 de acuerdo a Schengen. En Alemania la normativa es más laxa y las putas pueden tener un seguro médico, lo cual tampoco suena mal, ¿no es cierto? Estas cosas no hay que erradicarlas, sino regularizarlas. Ya se sabe: putas habrá siempre, es un oficio viejo e incluso puedes escribir brillantes novelas.

Se dice que el número de prostitutas es significativamente alto durante los cuatro días al mes en los que se reúne el Parlamento Europeo. Dos europarlamentarias, alemana y danesa, de nombres impronunciables, propusieron que sus colegas sólo se hospeden en aquellos hoteles que no permitan el acceso a putas. Y agregaron: «tal y como existen eco-hoteles, hay también hoteles sin putas». Unas maritornes, como diría el macho Ussía. ¡Que no puedas ir ni de putas en Estripburgo! ¡Tócate los órquidos!

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