Nada, ni modo. No pasó la prueba del algodón. Bien al contrario, salió tiñoso a la primera pasada, mostrando las miserias de una jornada electoral que no destacaba precisamente por su limpieza. Papeletas ausentes, retiradas, desaparecidas, despistadas; informaciones no veraces, mentiras de las gordas, y hasta supuestas cartas asegurando la retirada de II-SP...Y además, que todos los esfuerzos son pocos, significativos errores de cómputo y registro que atribuían los votos de Iniciativa Internacionalista a otras candidaturas. Un error, claro, lo tiene cualquiera; de más está decir que el mismo error pero al revés, no lo tuvo nadie. Pobres, tan grandes que quieren mostrarse y tan míseros que se les ve así, con todas sus vergüenzas al aire.

Con todas. Porque ni todos los esfuerzos derrochados han conseguido hacer realidad la esperanza de tantos: asistir al descalabro de una izquierda abertzale debilitada, apagada y en caída libre, bien diferente a la que reforzada y en ascenso se ha situado como tercera fuerza en Nafarroa y cuarta en la CAV, y le ha negado el júbilo y las albricias. El descalabro, que lo ha habido, tenía otros destinatarios. Y aquellas fuerzas que han intentado sustituir, que han conseguido usurpar, que han ocupado con mucho gusto y mayor afán un lugar que no les correspondía se ven hoy también con las vergüenzas al aire. El cómputo no se las cubre. Pueden llamarlo tendencia a la baja, pueden llamarlo «tenemos que analizar», pueden llamarlo X; a la vista de todos queda que deben miles de los votos de los que hasta ahora se han nutrido a la ofensiva del Estado español contra el independentismo vasco. Muy triste cómputo pero más vergonzosa deuda.