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Iñaki Soto Licenciado en Filosofía

La verdad como valor político

El domingo pasado GARA se hacía eco de una polémica que ha tenido lugar entre el catedrático de Ciencias Políticas Ramón Cotarelo y el filósofo Carlo Frabetti. El fondo de la polémica es realmente interesante, al menos en el plano teórico. Pienso que el trasfondo electoral en el que se ha desarrollado el debate ha empobrecido ese otro plano. Resumiendo mucho, Cotarelo acusó a II-SP de incoherencia o, más directamente, de mentir «al condenar el recurso de la violencia para obtener fines políticos un día y desdecirse al siguiente». Con acusaciones «ad hominem» impropias de una persona de su formación, Cotarelo denunciaba que eso rompía con una máxima política como es el valor de la verdad, de la coherencia, de la palabra.

Coincido plenamente con Cotarelo en que la verdad es un valor importante, un valor central de la actividad política, diría yo. Me sorprende que, en el panorama estatal, haya elegido a II-SP como ejemplo de incoherencia. Más bien pienso que veía con desagrado la candidatura internacionalista por razones ideológicas o políticas y ése le pareció su flanco más débil. He de decir que creo que no leyó en su literalidad la declaración de II-SP al respecto, donde claramente se establece que no considera legítima la violencia en un estado democrático. O simplemente, cree que ese debate práctico es mas peliagudo que la simple constatación teórica de que la verdad debe prevalecer sobre el engaño en la práctica política.

En todo caso, la polémica nos lleva al sempiterno debate de la condena de la violencia. No voy a entrar ahí, pero quiero apuntar dónde, en mi opinión, se rompe la argumentación de Cotarelo: él obvia que la «verdad» de unos está proscrita por ley. Él bien puede pensar que no existe tal verdad, que es mentira que ETA tenga razón de ser. Pero también puede pensar lo mismo de otras tantas cosas, como por ejemplo de la existencia de Dios, y ésta se puede defender libremente. No se puede defender el valor supremo de la verdad en un ámbito en el que la clase política obliga por ley a mentir, callar o padecer. O, como mucho, a susurrar «e pur si muove».

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