Decrecimiento o barbarie, una disyuntiva a despejar urgentemente «si no queremos estrellarnos»
Invitado por la Fundación Robles-Arangiz, uno de los ideólogos del «decrecimiento», Serge Latouche, ha visitado estos días Ipar Euskal Herria, donde, además de encuentros con diversos agentes sociales ha ofrecido una conferencia en la IUT de Baiona sobre esta teoría económica o proyecto social y político, según se mire.
Arantxa MANTEROLA
De hecho, el conocido economista no se decanta por una definición, ya que para él el decrecimiento «no es un concepto, sino un slogan provocador para alertar a la sociedad y decir que hace falta salir del culto al crecimiento si no queremos estrellarnos». Para Latouche, es evidente que vivimos en un sistema que no está orientado a crecer para satisfacer las necesidades sino a crecer por crecer, sin límite, «lo que es incompatible con un planeta agotado».
Una evidencia cada vez más palpable que está haciendo surgir colectivos o movimientos de «objetores al crecimiento» que se afanan en construir un proyecto alternativo al actual sistema. El profesor universitario no escatima ejemplos a la hora de ilustrar la sinrazón de dicho sistema. «No hay más que observar -dice- lo que está ocurriendo con la producción de la leche o, más revelador aún, con la pesca, que se ha visto obligada a paralizar ciertas capturas por el riesgo de desaparición del recurso haliótico».
La crisis actual que está causando una disminución del consumo no es, en su opinión, un paso real hacia el decrecimiento. Se trata de una de las tantas «crisis cíclicas del capitalismo» en la que, por razones financieras, especulativas y otras como la entrada de los países emergentes, se da un desequilibrio entre la producción y el consumo. Para salir de dicho trance, la panacea planteada por el sistema es el «relanzamiento de la economía» sobre las mismas bases, lo que no augura un cambio en profundidad.
Publicidad, caducidad, crédito
Entre los fundamentos de este círculo vicioso -producir más para consumir más- cita tres: la publicidad, «vector importantísimo para generar insatisfacción respecto a lo que se posee y, en consecuencia, anhelar lo que no se tiene e impulsar al consumo»; la caducidad o desgaste programado de aparatos y todo tipo de utensilios o máquinas, que empuja a la compra de nuevos; y, en tercer lugar, la concesión de créditos que fomenta el endeudamiento, aunque no se dispongan de los medios suficientes para hacerle frente.
Latouche considera que, en realidad estamos ya globalmente en recesión, y que es hora de plantearse seriamente la disyuntiva entre seguir por la actual vía de explotación exacerbada de todo tipo de recursos, abocada a la destrucción del planeta, u organizar «un sistema mucho más sobrio en cuanto a consumo material que no impide que sea infinitamente más rico en producción humana y relación social». Para explicarlo en dos palabras cita a otro economista -Paul Ariès- que resume la situación en el dilema «decrecimiento o barbarie».
Cree el reconocido experto que la sociedad está tomando conciencia de que esta «crisis económica tradicional es también una crisis ecológica». Una de las señales que según él avalan dicha impresión, es que la gente es cada vez más receptiva al mensaje ecologista, como lo demuestran los buenos resultados obtenidos por las candidaturas verdes en las últimas elecciones europeas, lo que le resulta «reconfortante, porque evidencia que no todos los ciudadanos han caido masivamente en la trampa del relanzamiento, es decir, de hacer las mismas tonterías que se han hecho hasta ahora».
En cuanto a la clase política, Latouche se muestra su escepticismo al tiempo que la considera «hipócrita», especialmente la que hoy gobierna. Por ejemplo, Latouche manifiesta que iniciativas como el debate Grenelle sobre el medioambiente «forman parte de la estrategia de comunicación del poder para dar una imagen ecológista sin cambiar lo fundamental». Los sindicatos tampoco escapan a su crítica, aunque reconoce que «empiezan a interesarse por el desarrollo sostenible», esperando que no tarden tanto para dar el paso hacia el decrecimiento «porque no sé si el planeta esperará tanto».
Sobre las posibles pistas para ir cambiando el rumbo de este estado de cosas, el profesor reconoce que no hay una «receta tipo» para el decrecimiento y que las experiencias existentes son a nivel local. Apunta a la necesidad de recuperar la autonomía alimentaria, energética, económica... pero también la personal para devenir actor del cambio. Evidentemente, algo más habrá que hacer a nivel global, pero Latouche insiste en que cada sociedad debe entrar en «efervescencia y buscar sus propias soluciones».