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Crónica | El otro Pakistán

Otra jornada de lucha en Quetta, capital de Baluchistán

El pasado domingo los baluches de Pakistán convocaron una huelga en protesta por el reciente asesinato de uno de sus líderes políticos. La convocatoria se enmarcaba en el clima de violencia que sacude a diario a esta ciudad en la frontera de Afganistán.

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Karlos ZURUTUZA

Todo coche en circulación corría el riesgo de ser apedreado el domingo pasado en Quetta. No en vano, el BRP (Partido Republicano Baluche) había llamado a huelga tras el asesinato a tiros de su líder, Murid Bugti, el pasado viernes. Sólo los moto-rickshaws y las bicicletas parecían gozar de un «indulto», y circulaban despreocupadas ante las persianas bajadas de los barrios baluches de Quetta.

¿Qué se hace en un día de paro en Quetta?

Fácil. Se colocan nuevas banderas baluches en postes y farolas, y se aprovecha para repintar aquellas en muros y fachadas. Y tampoco se descuidan los eslóganes. «¡Abajo Pakistán!», es el más recurrente, además de las siglas BR (Ejército Republicano Baluche) y BLA (Ejército de Liberación Baluche), dos de los cuatro grupos armados que luchan contra Islamabad.

Y es que no corren buenos tiempos para este pueblo olvidado. Sin ir más lejos, el pasado 3 de abril tres de sus líderes políticos fueron secuestrados y asesinados a tiros por las fuerzas de seguridad pakistaníes. Sus cuerpos aparecieron dos días más tarde en la pequeña localidad de Pirdak tras ser arrojados desde un helicóptero. La semana siguiente se sumaron siete más a la lista de cadáveres arrojados desde el aire y, a finales del mismo mes, 18 campesinos fueron atacados con cohetes mientras cultivaban sus tierras, también desde el aire. Resulta que el ejército paquistaní empezó a matar baluches mucho antes que pastunes en Swat y Waziristan. Y sin que prácticamente nadie se entere.

Caos

«Esta es la única ley que funciona en Quetta», asegura Tahir L. un farmacéutico baluche local. Se refiere a los llamados «asesinatos selectivos», el pan de cada día en esta ciudad a una hora de la frontera afgana. «Cuando no se trata de los propios servicios de seguridad, los crímenes son muchas veces reivindicados por grupos de los que nadie ha oído hablar nunca, sean baluches, pastunes, hazaras...La mayoría de las veces son vendettas tribales, eso es todo», explica este hombre en la trastienda de su local.

Pero, según parece, las razones para matar en Quetta van más allá de las disputas políticas o los desencuentros entre clanes. Antiguos propietarios de un local estratégico en el bazar principal de Quetta han tenido que marcharse tras recibir cartas que les amenazaban de muerte. Muchas de estas misivas llevan la firma del BLA o el BRA.

Ishaqe B. pertenece a una de las muchas organizaciones estudiantiles baluches y niega categóricamente que dichas cartas sean reales.

«Es cierto que el BLA y el BRA están amenazando a los ocupantes punyabíes con ejecutarlos si no abandonan nuestra tierra, pero no es el caso de los locales del bazar», dice este estudiante de empresariales en Karachi.

«Se amenaza al propietario de un buen local bajo las siglas del BRA o del BLA para que se largue y poder hacerse así con su puesto», añade Sirbiz, compañero de Ishaque. «Si vas al bazar apenas verás a un solo baluche, todos son pastunes», apunta este joven.

Si bien los locales de la avenida Jinnah, la arteria principal de Quetta, permanecieron cerrados todo el domingo, el escenario no podía ser más distinto en el bazar de Suraj Ganj, justo detrás. Ante la amenaza a coches y furgonetas, el transporte del género corría a cargo de los sufridos moto-rickshaws, pero era imposible encontrar un puesto cerrado.

Avalancha afgana

Nasir es sólo uno de entre los más de dos millones de afganos que desequilibraron la balanza demográfica local tras huir de una guerra que parece haberse fosilizado en el país vecino.

«Los pastunes, seamos de Afganistán o Paquistán, hemos sido siempre un pueblo de comerciantes mientras que los baluches son nómadas y terratenientes», explica este vendedor de juguetes chinos. No obstante, Nasir coincide en que apenas quedan punyabíes ni baluches en el bazar, pero añade también que también son muchos los pastunes amenazados.

«Pastunes, hazaras, baluches, punyabíes...aquí vivimos al día, sobrevivimos; nadie tiene tiempo para pensar en lo que sucederá mañana».

¿Y los talibanes?

«Ningún problema. Están muy entretenidos escrutando a las mujeres en los puestos de ropa», bromea este treintañero de Kandahar, mientras ordena su género Made in China.

 

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