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Raimundo Fitero

Abrazafarolas

Salvados, de Jordi Évole dedicó su entrega del pasado domingo a emitir una larga entrevista con José María García, conocido en algunos círculos como «butanito», el periodista que se inventó la franja horaria deportiva nocturna de la radio, creó escuela y alcanzó audiencias inconmensurables que lo hicieron millonario. Entre otras cosas, durante su imperio radiofónico, acuñó unos cuantos adjetivos, o simplemente les dio nuevo valor de uso, la mayoría de ellos para insultar a los dirigentes de clubes de fútbol o de federaciones. También instauró una prosodia muy propia que ha tenido imitadores y frases que han trascendido: «ojo al dato», es una de ellas.

Salió de la Ser por problemas políticos, intentó con Aznar crear un emporio mediático, acabó mal con «el bigotes» como sigue llamándolo, tuvo sus momentos de gloria posterior pero perdió el reinado de la noche a manos de uno de sus subalternos. En los últimos tiempos un cáncer le puso ante la angustia, pero ha vuelto sin destino conocido pero muy armado para seguir siendo un tipo que dice las cosas como las siente, las piensa o le conviene decir. Un buen entrevistado, como se vio en esa larga hora que pasó junto al Follonero en el Parque del Retiro, con navegación en barca incluida. De las cosas que dijo podríamos hacer un decálogo, un manifiesto, una proclama, siguió fustigando a los «abrazafarolas», pero nos quedamos con algo más positivo: la misma entrevista. Por la extensión, el tono y la libertad con la que ambas partes se expresaron.

En Intereconomía un tertuliano aplaudía sin careta al franquismo y lo glosaba con énfasis legionario y mientras esto sucedía, una sensación de linchamiento recorría las ondas, las redacciones, los claustros de monaguillos políticos. Sin leerlo en su totalidad, acudiendo todos a un interesado resumen de una agencia, el artículo de Alfonso Sastre fue utilizado de la manera más soez para insultar, vilipendiar, señalar inquisitorialmente a alguien que simplemente pedía negociación para lograr la paz. Esta reacción tan excesiva responde a una triste confirmación de las tesis planteadas por Sastre en su artículo. Seguiremos atentos este «proceso».

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