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Equitación y chamanismo, probetas de «El niño de los caballos»

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GARA | DONOSTIA

Un niño autista, la equitación y el chamanismo son los ingredientes de «El niño de los caballos» (Urano), una novela sobre una historia real en la que su autor, Rupert Isaacson, narra su viaje por Mongolia en busca de una terapia para Rowan, su hijo autista.

Según explicó el propio Isaacson, Rowan era un niño que alineaba los juguetes en vez de jugar con ellos, que no tenía amigos y que sufría fuertes carencias lingüísticas y comunicativas, síntomas que desembocaron en un diagnóstico de autismo en 2004. A partir de entonces, su padre, Rupert, periodista y entrenador de caballos británico de descendencia africana, y su madre, Kristin, sicóloga y profesora universitaria especializada en la autocompasión, deambularon por los terrenos de la culpa, el temor y la impotencia, intentando aplicar los conocimientos profesionales de Kirstin para evitar caer en una depresión.

«Debes seguir aquello ante lo que el autista reaccione bien», justificó Isaacson, y, en el caso de Rowan, fueron los caballos y el chamanismo. «Pero no estoy recomendando que todo el mundo se vaya a Mongolia», como hizo la familia, señaló. Los padres de Rowan tomaron esta decisión después de ver que su hijo mostraba una inaudita complicidad con la yegua de su vecino, ganando capacidad comunicativa, y después de que unos curanderos alojados en la casa de Rupert por motivos profesionales acabaran aplicando sus técnicas con el chico, que redujo sus comportamientos obsesivos y mejoró su uso del lenguaje.

Viaje a Mongolia

El laboratorio de la investigación sería Mongolia y las probetas serían sustituidas por la equitación y el chamanismo. Durante dos años, el también escritor de guías de viaje esperó a que su hijo fuera lo suficientemente mayor para embarcarlo junto a él y Kristin -a la que no le fue fácil convencer- en esta aventura durante todo un mes. Durante el viaje «nunca dejamos de utilizar las terapias occidentales y sus ejercicios», aseguró Isaacson, que, no obstante, reconoció que «jamás habíamos visto una reacción tan radical» de Rowan como la que tuvo en su estancia en Mongolia.

El recorrido llegó a su fin en la zona siberiana, donde sustituyeron los caballos por renos, y donde, según explican Kristin y Rupert, se encuentran los curanderos más reconocidos. Allí, un tratamiento de tres días acabó con los comportamientos de Rowan que más les molestaban y más problemas causaban: la incontinencia y las «tormentas temperamentales».

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