Crónica | Charla de Rafa Díez
«Es tiempo de resistencia en las empresas y de aglutinar fuerzas a favor de un cambio»
La ofensiva neoliberal ha campado a sus anchas durante años. Ahora, las decisiones de la élite financiera, con la cobertura de muchos estados, han hecho explotar un sistema basado en la sobreacumulación de beneficios, que no revierten en términos de inversión social. Negro panorama que ha desmantelado teorías que este sistema defendía como verdades inalterables y que el lunes fue objeto de análisis por Rafa Díez.
Amaia ZURUTUZA
En términos económicos y políticos: ¿de dónde venimos, dónde estamos y dónde podemos estar? Rafa Díez, ex secretario general de LAB, ofreció interesantes claves para la comprensión de la actual situación en la charla organizada por la plataforma Oarsoaldea Abian, el lunes por la tarde en Pasai Antxo.
Echando la vista atrás, hace apenas un año todavía la crisis no había explotado. Había comenzado la recesión, pero fue una vez pasado el verano cuando el sistema financiero reventó y sus consecuencias se extendieron a todos los ámbitos. Como si de un cuento para niños se tratara, «los portavoces del sistema nos dicen que esta crisis ha venido del cielo», apuntó Díez, de modo que parece que la actual situación no tiene responsables. Por contra, consideró «determinante valorar de dónde venimos, cuál es la fase en términos políticos y económicos que se ha ido viviendo en la comunidad internacional, para ser capaces de evaluar el porqué de esta crisis».
Díez retrocedió a la caída de la Unión Soviética para señalar que fue entonces cuando empezó una nueva fase económica y política, que se fundamentó en el desarrollo del capitalismo, con una dura ofensiva neoliberal. El capitalismo tenía entonces todo el terreno abierto para adentrarse en una gran y amplia ofensiva.
Ofensiva neoliberal
Las características de esta fase, que dura ya más de 20 años, o las medidas, de diversa naturaleza, adoptadas a su vera explican, en opinión de Díez, «el crack que se ha dado a niveles económico-financieros y que son la fuente de esta situación».
Destacó cuatro fases o características de dicha ofensiva. Afirmó, primero, que ha sido una fase sin contrapesos ideológicos. «Nos han querido vender que aquí hay un pensamiento único, que el capitalismo es lo único que hay», explicó. La maquinaria ideológica del sistema ha pretendido así instalar esa idea en la sociedad.
A su vez, ha sido una fase liderada por el capital multinacional, pero sobre todo por el capital financiero. Así, señaló que El Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, «instrumentos del propio capital», han regulado la economía mundial. Instrumentos que se han posicionado por encima de los propios estados, eso sí, con la ayuda de muchos de ellos.
Ese liderazgo ha sido posible gracias a la tercera característica de la ofensiva neoliberal, que sería la fase de desmantelamiento del Estado de Bienestar, «así conocido a veces de manera bastante hipócrita». Explicó cómo en Europa, frente al socialismo, en su día se creó un modelo donde se pretendía de alguna manera garantizar temas como la enseñanza, la sanidad o la protección social, desde el papel del Estado en la economía.
No obstante, en estos 20 años, progresivamente, la ofensiva neoliberal ha pretendido debilitar el papel del Estado en la economía, para que sea el mercado el único regulador e instrumento que ordene las relaciones económicas. Para este desmantelamiento, el poder neoliberal ha defendido que el Estado no debe regular el comercio ni los mercados. También ha planteado que la intervención del Estado fuera a menos, «de ahí han venido todas las privatizaciones que hemos conocido los últimos años; en el sector industrial al principio, en otros sectores como los servicios y la educación después, y últimamente en el de la protección social». A través de todas esas políticas de privatización la intervención del Estado en la economía ha ido reduciéndose.
Otra de las herramientas ha sido la demanda de déficit cero en las políticas presupuestarias, para recortar la inversión en gasto social, para que el mercado entrara en nuevos espacios de negocio.
La última característica de estos últimos veinte años ha sido «la enorme acumulación de capital, de riqueza» que se ha producido. Una acumulación que ha generado desequilibrios económicos y políticos, una burbuja económica, una economía artificial; para al final explotar. Como ejemplo de esa enorme acumulación, señaló que en los 44 paraísos fiscales existentes hoy en día se acumulan 11,5 billones de dólares, ocho veces el PIB del Estado español.
«Es una acumulación del capital usurpada a la fuerza de trabajo, a los trabajadores, que se acumula en paraísos fiscales, por lo que no revierte a la sociedad en su conjunto», explicó. «Detrás del crack hay una sobreacumulación de beneficios y de capitales, una discordancia entre el beneficio y la inversión».
Hemos llegado a un agujero
Pero tras veinte años, hemos llegado a un agujero, aseguró Díez: «No estamos ante una crisis con un par de mafiosos, estamos ante una crisis estructural del sistema, del modo de acumulación capitalista que se viene desarrollando en los últimos tiempos. Y han sido los garantes del sistema, los elementos dinamizadores del sistema, los que han generado realmente este caos económico, que además revierte única y exclusivamente en los sectores trabajadores».
Esa globalización neoliberal que nos vendían como irreversible ha traído ahora, aseguró Díez, la globalización de las quiebras, la falta de liquideces bancarias o la globalización del desempleo de forma masiva.
No obstante, señaló que es importante, llegados a este momento, observar cómo varias teorías que «pretendían introducir en nuestro pensamiento» se tambalean, no se sostienen.
Por una parte, recordó que desde la élite capitalista se decía que con el modelo neoliberal el crecimiento sería continuo, que se habían acabado las fases de crecimiento y recesión históricas. Por lo tanto, la teoría de que el neoliberalismo genera un crecimiento continuo se demuestra falsa, viendo lo que está sucediendo en el sistema.
El segundo aspecto sería la teoría de la autorregulación del mercado defendida por los teóricos neoliberales. Ésos que aseguraban que el mercado era el que regula las relaciones económicas y sociales, y que el mercado en sí mismo va generando los elementos de estabilidad y equilibrio. «Ha sido también una falacia», señaló.
El neoliberalismo defendía la no intervención del Estado en la economía. Ahora los mismos neoliberales que han provocado este crack son los primeros en pedir al Estado que facilite liquidez al sistema bancario, que les aporte cantidades ingentes de dinero. Ésos que querían que el Estado redujera el presupuesto dirigido a los servicios sociales, para hacer negocio a costa de las necesidades básicas de la ciudadanía, son los que ahora reclaman la ayuda del Estado.
Por último, la cuarta teoría fallida, según Díez, sería la idea de que no hay otro sistema posible que no sea el capitalismo. Y es que, ahora que su modelo ha fracasado, «saben que tenemos más razones para luchar a favor de un cambio político y económico, no sólo aquí, también en el mundo». Es por ello, a juicio de Díez, que hay que tener en cuenta los cambios que han desarrollado muchos pueblos contra el neoliberalismo. «Eso es lo que vemos en América, y también en Europa, con diferentes huelgas generales y luchas que ha habido. Se ve que hay una masa crítica, que puede ser emergente, que muestra que hay alternativa», señaló.
Y ahora, con la crisis del modelo capitalista, «basado en un esquema de explotación que deja en manos privadas el valor añadido de la fuerza de trabajo», animó a dejar claro desde un punto de vista de clase que ante esta situación que afecta a millones y millones de personas «no estamos dispuestos a aguantar esa hipocresía, a comernos su manipulación», y llamó a defender la dignidad.
En ese contexto situó la pasada jornada de huelga general. «Nosotros también sabemos que con una huelga general, de un día a otro, no se va arreglar nada, pero la cuestión con esta huelga fue enseñar claramente que estamos aquí y que no estamos dispuestos a aceptar que no ha pasado nada, porque sabemos quiénes son los responsables, y que hay alternativas».
En cuanto a soluciones posibles, Díez advirtió que las decisiones de los estados van dirigidas a resolver un problema estructural a través de inyecciones económicas en espacios económicos concretos para que los mismos que nos han llevado a esta situación sigan gestionando la economía mundial. Aún más, las decisiones de los estados contemplan todo tipo de medidas contra los trabajadores, «para que el capital se adapte a la nueva realidad».
Soluciones
«Tenemos que establecer las soluciones en dos parámetros», afirmó. Por una parte, señaló que hacen falta planteamientos cortoplacistas, para hacer frente a la realidad en cada empresa. Apostó por echar un pulso en cada empresa a las propuestas de los empresarios, sin caer en políticas de males menores, defendiendo los empleos y los derechos de los trabajadores. «Luchar, empresa por empresa, en defensa de los derechos de los trabajadores», dijo.
A su vez defendió una lucha global, general, de fondo. Una lucha por otra Euskal Herria, por una soberanía «que nos permita desde Euskal Herria adoptar medidas estructurales a favor de nuestra economía y a favor de los trabajadores».
Abogó por establecerse en la resistencia en las empresas, y a su vez ir aglutinando fuerzas a favor de otra sociedad, de otro escenario político, fusionando los elementos de cambio político y cambio económico. «La lucha de muchos sectores sindicales, sociales y políticos de la sociedad tienen que unirse en la fusión de esos dos elementos».