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Luis Bandres Profesor de la UPV/EHU

Privacidad: mi derecho

Son empresas que se dedican a vender las excelencias de varios productos, y no tienen reparo en entrar telefónicamente en un ámbito privado cual es tu casa a la hora que a ellos les venga bien. Entiendo que este ámbito telefónico ha de ser tan sagrado como el físico, y que ha de tener un nivel de protección similar

Dentro de los múltiples aspectos y ramas que tiene el concepto de privacidad, en este trabajo sólo me voy a ocupar de una faceta del mismo. Empezaremos por la propia definición que da el Diccionario de la Lengua Española del término privacidad: «Ámbito de la vida privada que se tiene derecho a proteger de cualquier intromisión». Y si miráramos el sentido de «intromisión» esto es, ni más ni menos, que «meterse donde no le llaman». Así pues, sabiendo de lo qué queremos hablar, vayamos al tema.

Soy consciente de que este tema sería más propio que lo atacase un abogado que un ingeniero industrial, pero dado que no lo he visto tratado por ninguno de ellos y siendo un tema que me preocupa, lo voy a tratar brevemente yo. Por otro lado, si sirve para que una voz más autorizada ataque el tema con mayor conocimiento y profundidad que yo, tanto mejor.

Centrémonos en el término «intromisión». Entre otras formas de meterse en lo que no te llaman hay dos formas principales: física y telefónica. ¿Qué pensaríamos si alguien sin nuestro permiso ni invitación, con buena o mala intención, entrase en nuestro domicilio motu proprio? ¿Cómo lo consideraríamos? ¿Qué haríamos? Está claro que, lo primero que haríamos sería invitarle a salir y, caso de negarse a cumplir esto, llamar a la Policía o algo similar. A esto es a lo que yo llamo «intromisión física» o «corporal». Y nos parece lo más natural no sólo actuar contra ella, sino que existan medios instituidos que nos aseguren y nos permitan disponer y disfrutar de dicha privacidad.

Situémonos en nuestra casa. Son las dos del mediodía y estamos comiendo -o son las tres y estamos haciendo una pequeña siesta, o es la hora que sea y estamos haciendo algo que nos interesa...-, cuando oímos sonar el teléfono. Dejamos aquello que estábamos haciendo, interrumpimos la conversación, o nos despertamos, o cortamos con lo que estemos haciendo para atender la llamada. Cuando he ahí que escuchamos una voz, en muchísimos casos con acento latinoaméricano, que nos habla de las maravillas del producto A, de las ventajas de la firma de seguros B, o de lo qué supone de positivo para nosotros el trabajar con el banco C, por ejemplo. Y ¿qué es? Ni más ni menos que una de esas empresas que se dedica a vender las excelencia de los productos de la casa que lo contrata -sea A, B o C-, y que para ello no tiene reparo alguno en entrar telefónicamente en un ámbito privado cual es tu casa a la hora que a ellos les venga bien. Entiendo que este ámbito telefónico privado ha de ser tan sagrado como lo es al ámbito que he llamado físico, y que en consecuencia ha de tener un nivel de protección similar.

En otro orden de cosas, existe entre estas empresas otro aspecto que quisiera subrayar. Valga aquí lo del dicho inglés: «last but not least», es decir, «por último pero no por menos importante». Me quiero referir al tema de los idiomas utilizados. En nuestra casa respondemos al teléfono con la expresión: «Bai?», en euskara, para seguir en este idioma si quien llama lo conoce o pasar al castellano en caso contrario. Pues bien, nunca he conseguido no digo ya que me contesten en mi idioma, sino que es que ni tan siquiera conocen -se nota por lo cortados que se quedan los interlocutores- la existencia en nuestro ámbito de otro idioma distinto del español, que además es oficial. La cual ignorancia no quiero achacar a los locutores, que como antes he dicho suelen ser latinoamericanos, sino a las empresas contratadoras correspondientes, que al menos deberían decirles de la situación lingüística a los que van a trabajar en nuestro ámbito, para que pudieran así pedir perdón por no poder atendernos en nuestro idioma, cosa que seguramente comprenderíamos la mayoría y seguiríamos la conversación en español. No, el desprecio de estas empresas es total hacia el euskara; es tan obvio que para ellos ni tan siquiera existe aquí otro idioma que no sea el castellano.

Ante esta situación no sé qué podemos hacer. Yo lo que suelo hacer es, después de maldecir en mi interior por haberme interrumpido en lo que estuviera haciendo, colgar, sin más contemplaciones; pero el mal ya está hecho, ya te han interrumpido y cortado. Otro posible camino sería formar un grupo que estudiase el tema y, en función de las conclusiones, se actuase en consecuencia.

En fin, lo que para mí está claro es que están irrumpiendo en mi privacidad y que debo tener un instrumento o varios que me defiendan de esta situación.

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