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Esgrima, un deporte que ni pincha ni corta pero puede divertir a tiradores de todas las edades

Con presencia de clubes de esgrima en la mayoría de las capitales de Euskal Herria, el deporte del «tocado» ha conseguido una medalla en una competición internacional. La veterana María José Padura se ha traído un bronce del Europeo de Hungría.

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Miren SÁENZ

La esgrima, una modalidad de combate que enfrenta a dos contrincantes empeñados en tocarse con un arma sin filo que ni pincha ni corta, es según sus adeptos una disciplina para todos «porque el arma te iguala. Así como otros deportes te exigen una fortaleza o unas cualidades determinadas, éste es un deporte de lucha basado en la inteligencia, en la estrategia», explica Igor Otaegui, quien con 39 años lleva 20 ejerciendo de maestro de esgrima.

Desde el Fortuna imparte los conocimientos que empezó a adquirir de chaval en un colegio madrileño cuando eligió esta disciplina como actividad extraescolar. Entre entrenamientos, cursillos y algunas visitas a centros de enseñanza van ampliando el número de vascos interesados en este pasatiempo de rango olímpico que les ha llevado a algunos a certámenes europeos y Copas del Mundo pero nunca a unos Juegos.

Con los clubes de Bilbo, Araba y Nafarroa trabajando más el florete y la espada, los guipuzcoanos se centran sobre todo en el sable y aunque también en Baiona, Hendaia y Angelu «han tenido gente fuerte, no han llegado a tener participantes olímpicos», confirma Otaegui.

Para manejar la espada, el florete y el sable «no hace falta ser más alto, más fuerte o más rápido porque eso vas a ir adquiriéndolo poco a poco. Hay que ser más hábil que el de enfrente, engañar sus defensas», explica Otaegui recordando que el lema de los antiguos espadachines sigue vigente: Tocar y que no te toquen. Con hacerlo suavemente vale para ganar el punto.

Durante todos estos años ha llegado a descubrir el carácter de muchos de sus tiradores dependiendo del estilo que adoptan, su agresividad o su tranquilidad quedan al descubierto en una actividad física en la que encaja todo el mundo. No es como en otros deportes «con chavales gordos para el fútbol o demasiado bajos para el baloncesto. Aquí todos tienen un sitio. Además, es original, divertido, se trabaja la coordinación y también exigente a medida que quieras hacer más cosas», reconoce.

Duelos de otros tiempos

Esas subidas de adrenalina asociadas a los deportes de motor o de riesgo también se viven en el combate de gimnasio «con la ventaja», según Otaegui «de que no hay riesgo de caerte por un puente ni de tirarte por un barranco. Esto no es peligroso, basta con una careta y un arma». Sí lo fue en otros tiempos, con aquellos duelos a muerte de siglos pasados como recurso o entretenimiento de poderosos teniendo en cuenta que el resto estaba ocupado con el trabajo diario.

Buscando contrarrestar la fama de afición aristocrática que la literatura, el cine y la historia han otorgado a la esgrima, Otaegui defiende que económicamente se trata de un deporte asequible porque en principio no hay que comprarse ni vestuario, ni armas puesto que los clubes acostumbran a dejar un material y un equipaje que no es caro y tiene larga duración. Una careta de protección y un kevler, una especie de chaqueta realizada con el mismo material utilizado para los chalecos antibalas, evitan disgustos en una modalidad que no pasa por ser de las más castigadoras a nivel de lesiones y que tampoco requiere de grandes recursos para aquellos que deciden continuar y completar su propio equipaje.

Sí es un deporte sin edad, con niños y ancianos en competición. Maria José Padura ha demostrado que nunca es tarde para convertirse en la primera tiradora guipuzcoana en colgarse una medalla en una cita internacional. La donostiarra se inició con 36 años y a los 44 ha obtenido el bronce en la modalidad de sable femenino en los Campeonatos de Europa de veteranos celebrados la semana pasada en Hungría. Una alemana y una rusa le precedieron en el podio perdiendo el pase a la final por un apretado 10 tocados a 9. Esta administrativa de un centro sanitario, que como adolescente practicó ballet y judo para pasarse al baloncesto y competir posteriormente en el Juve y el Atlético San Sebastián, descubrió la esgrima en un cursillo de verano «y me enganché porque además te diviertes mucho».

Su pareja es el actual campeón vasco absoluto de sable, aunque a Padura como rival nadie le ha impresionado tanto como Araceli Navarro, la madrileña que se vio obligada a retirarse con una luxación en su hombro izquierdo de los Juegos Olímpicos de Beijing'2008 porque los oficiales no le permitieron que el médico se lo colocara en la pista para seguir compitiendo. La primera vez que se enfrentaron vivió la suerte de la novata. Después, siempre ha sucumbido.

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