Los mismos soldados que iban a ser recibidos como héroes por la población iraquí, están saliendo por la puerta de atrás de las ciudades mientras escuchan las explosiones que siguen segando, por centenares, las vidas de sus gentes.

El repliegue de los centros urbanos se completará el martes, dentro del plan de Obama, que debería estar concluido para el año 2011 y que dibujaría un futuro escenario con unas decenas de miles de soldados en bases permanentes en los desiertos del país árabe.

La resistencia, mejor dicho las resistencias, están ya afilando los cuchillos. Si la oposición chiíta al ya desapareccido -ahorcado- Saddam Hussein aprovechó la invasión para saldar viejas cuentas con sus seguidores, la oposición armada a la ocupación y a sus colaboradores se apresta a hacer lo propio.

Los salvajes atentados de los últimos días -que han tenido como objetivo preferente a la población chií- son un preludio del infierno en el que se puede convertir Irak, escenario cuyo abismo se atisbó en la guerra sectaria que asoló a Irak en 2006.

Algunos sostienen que es precisamente éste el escenario diseñado desde un principio por EEUU. Otros sostienen, por contra, que, en su afán imperial, Washington abrió una Caja de Pandora que no sabe cómo cerrar.

Ninguna de ambas hipótesos le exime de responsabilidad. El imperio británico construyó Irak para garantizar sus intereses en la zona. El imperio estadounidense lleva camino de destruirlo, consciente o inconscientemente. Y luego nos extrañamos de que nos odien.