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Josebe Egia

La vara de medir

Por fin, tras ocho meses de angustiosa búsqueda, se puede llorar a Mari Puy Pérez Ezpeleta ante lo definitivo de su asesinato que, aunque se intuía -al no aparecer su cuerpo-, quedaba el resquicio para la esperanza. Pero no, como también se sabía desde el primer momento, su ex compañero la había asesinado con saña el día 11 de octubre de 2008, día en que desapareció.

Su búsqueda ha sido incesante, y en ella se han implicado desde la familia hasta muchas personas que, incluso sin conocerla, se han solidarizado con ella, conscientes de que, desgraciadamente el final podía ser ése. Una mujer más asesinada por quien pretendidamente la amaba, pero que al decidir no aceptar ese «amor» -algo inaceptable para su asesino-, se ha encontrado con su muerte.

Ha sido bochornoso y sarcástico que el Gobierno de Nafarroa y el jefe de la Policía Foral hayan definido como éxito el conseguir la confesión de José María Morentin, asesino nato a nada que se escarbe en su comportamiento agresivo y en el arsenal que tenía en su casa y, sobre todo, en la denuncia escalofriante de malos tratos que la propia Mari Puy había interpuesto contra él. Tras su declaración, el representante del Ministerio Público ha solicitado su ingreso en prisión, mientras que la defensa ha pedido el internamiento en un centro psiquiátrico al pretender que Morentin padece una enfermedad mental. Ahora se le imputan los delitos de asesinato, quebrantamiento de medida cautelar, tenencia ilícita de armas y depósito de municiones, todo esto último algo conocido desde el principio pero, según la Policía, «no se encontraban pruebas suficientes para acusarlo».

Extraño, ¿verdad? Porque no hay duda de que la policía -con el manto protector de la judicatura- tiene métodos para que hasta los no culpables se autoinculpen. Pero da la casualidad de que esos «métodos» sólo valen para la militancia de parte de la izquierda abertzale. No hay que ir lejos para saber que esto es cierto. La misma semana que con un «método psicológico de éxito» Morentin confesaba su crimen, se detenía e incomunicaba a tres jóvenes abertzales porque, «presuntamente», iban a cometer un atentado y con el fin de «prevenir» el mismo -lo que nunca se sabrá si era cierto o no- pero, como también el Ministerio de Interior y el Gobierno Vasco necesitan estos «éxitos», sin pruebas suficientes, los han detenido -con vídeos y taquígrafos que den cuenta de su hazaña, aunque ésta repugne a un estado de Derecho-, incomunicado y ¿torturado...?

Una vez más se demuestra que el sistema judicial y policial tiene diferentes varas de medir según el ámbito de los posibles delitos. Desde luego, en los que se cometen contra las mujeres -los derivados de la violencia de género- esa vara suele ser muy larga y ancha. La consideración y tratamiento que se dan a éstos dista mucho de lo que los asesinatos, agresiones, malos tratos... que son el pan nuestro de cada día exigen.

Mi pésame más profundo a la familia y personas allegadas, con mi deseo de que Mari Puy descanse en paz.

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