Torneo de las Naciones
Euskadi recurre a la defensa para revalidar el título
Superó a Canadá (75-68) tras ir gran parte del choque por detrás y protagonizar la remontada en el último cuarto. Una técnica del entrenador foráneo, Leo Rautins, ayudó a abrir la brecha final.
GARA | BILBO
Esta vez los vascos pudieron celebrarlo en casa. Como ya hiciera el año pasado en Girona, Euskadi volvió a alzarse con el trofeo del Torneo de las Naciones, esta vez derrotando a Canadá, no sin ciertos problemas y en el tramo final del choque.
Los de Pablo Laso tuvieron que basar su triunfo en la defensa y sólo cuando se ajustaron las líneas de pase comenzó a carburar el equipo. Hasta entonces, y tras un inicio igualado, Canadá creó muchos problemas, yéndose hasta un 19-32 -la mayor diferencia- y un 31-42, con el que se llegó al descanso.
Sin embargo, tras el paso por vestuarios, Euskadi ofreció su mejor cara en el aspecto defensivo y sólo la falta de continuidad en ataque evitó que la remontada llegara antes. En cualquier caso, la desventaja se fue recortando hasta guarismos más acordes a la calidad de unos y otros (42-45, 48-50 y 53-54).
Fue en el último cuarto cuando los vascos volvieron a retomar el protagonismo en el electrónico. Una recuperación culminada en contraataque de Marcos Casado elevó el 55-54 y el momento dulce de Sergio Alonso, amén del poder anotador e intimidatorio de Urko Otegi en la pintura, ayudaron lo suyo al revolcón.
Leo Rautins, preparador de Canadá, también quiso poner su granito de arena y forzó una técnica con sus protestas, lo que le permitió a Euskadi abrir una ligera brecha (68-63) para volver a derrotar a los americanos, como lo hicieron el jueves en Galdakao.
Catalunya, tercera
De la mano de un Berni Álvarez que recordó al de sus mejores tiempos en la ACB -26 puntos y ocho triples-, Catalunya consiguió hacerse con la tercera plaza en detrimento de Galicia, a quien ganó por 93-72.
Los catalanes no dejaron margen al suspense y ya en los primeros compases del envite pusieron tierra de por medio (9-0) para no abandonar el mando de la nave. El mal inicio de los gallegos les condenó y, aunque en algunas fases trataron de protagonizar la reacción, nunca encontraron buenas transiciones en ataque.