El dossier que recientemente publicó GARA sobre la las elecciones al Parlamento Europeo (que se puede consultar en www.gara.net/gaiak/) tenía el expresivo título de «Pronóstico reservado». Tras las elecciones no ha habido mejoras, más bien todo lo contrario. La baja participación ha acrecentado la falta de legitimidad, de credibilidad y de eficacia de las instituciones europeas. Más aun si tenemos en cuenta que todo el entramado institucional sigue pendiente del resultado del segundo referéndum de Irlanda, que tendrá lugar el próximo octubre. Siguiendo con la metáfora del dossier, las constantes vitales siguen estables dentro de la gravedad.

En ese contexto de crisis estructural, hoy Suecia asume la presidencia de turno del Consejo de Ministros y este hecho ha generado cierta ilusión en la Unión. El prestigio y la serenidad de los mandatarios suecos y la estabilidad de su modelo socioeconómico suponen un bálsamo para la maltrecha imagen comunitaria. Sin embargo, durante los seis meses que dura la presidencia de turno Suecia puede mejorar la mala imagen dada por los predecesores pero no podrá cambiar aquello que los verdaderos órganos de decisión europeos no han querido solucionar. Paradójicamente, se presenta a los países nórdicos como modelo pero las políticas que se aplican van en sentido opuesto.