Pensaba uno en aquellos tiempos de nuestra lucha juvenil contra el franquismo no sólo en la victoria, algo incuestionable, sino también en que el futuro depararía tiempos mejores, pues la evolución de la sociedad había de ser rectilínea por el camino de una mayor justicia social y por el restablecimiento de las libertades democráticas aplastadas por el golpe del militón gallego.

La ansiada huelga general política que iba a acabar con aquel estado de cosas nunca llegó y tras tan larga como artificial agonía, al fin, el mequetrefe murió en la cama dejando todo atado y bien atado, incluida su sucesión, capitaneada por los mismos camisas azules que habían gestionado su régimen. La imprescindible ruptura democrática y la exigencia de responsabilidades por los crímenes cometidos no se produjo. Tampoco la depuración de los elementos facciosos que controlaban los cuerpos policiales, y hasta se nos hizo creer que aquel proceso organizado por y desde el poder para seguir controlando el cotarro con otras apariencias estéticas constituía un modelo digno de ser exportado e imitado mundialmente, siendo bautizado pomposamente como la «Transición Democrática».

Había llegado la democracia, luego Europa y las elecciones y toda la parafernalia. Al fin íbamos a poder cumplir nuestros sueños de concurrir a unas elecciones en las que todos pudieran participar como ocurría en los países libres y no a las del tercio de cabezas de familia de la democracia orgánica. Nos endilgaron la autonomía como sucedáneo para calmar las ansias populares de independencia. Hija predilecta del sistema atado y bien atado plasmado en la Constitución que consagra la sacrosanta e indisoluble unidad de la nación española garantizada por el Ejército.

Han pasado casi cuarenta años desde que murió el dictador y el panorama nos muestra una situación en la que los tardofranquistas se niegan a condenar el golpe militar del 36 y todas sus nefastas consecuencias, y no sólo eso, sino que, llenándose la boca de imperio de la ley y estado de derecho, se atreven a dar clases de democracia y acusan de fascistas a los que lucharon por la libertad.

Además, y tras los convenientes apaños electorales, han conformado con el PSOE un artificial frente españolista que, aunque gobierna, carece de programa, pero que está demostrando tener como principal objetivo desandar los tímidos pasos recorridos dentro del marco autonómico. Le llaman el cambio suave: de momento los símbolos, sea el mapa del tiempo o las fotografías, los actos festivos populares, las emisiones de medios en euskara... Hay que despojar de singularidad a todo lo vasco, sólo existen autonomías. Regar con herbicida para evitar que siga creciendo la hierba. Fumigar. Llegar a la conclusión de que el Aznar de las Azores y de Irak tenía razón. Tan grandes alforjas para el largo viaje hacia la democracia para acabar de conversos. Es época de reconversiones.