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CRíTICA Kalealdia

Del eureka espontáneo, al trabajo de laboratorio

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Carlos GIL

El Festival de Teatro y de las Artes de Calle de Bilbo, Kalealdia, inició sus sesiones con «La Gran Vía de los inventos», una propuesta que convierte la arteria central bilbaína en una sucesión de pequeños escenarios donde aparecen inventores de todos los tiempos que han tenido una importancia especial en el desarrollo de la vida de los seres humanos en el planeta. Bueno, quizás sea difícil entender la importancia del inventor del caramelo con palo, conocido como chupa-chups, especialmente si se pone en relación con los inventores del teléfono o el pararrayos o con el propio Albert Einstein. Pequeñas acciones didácticas, que sirven para reconocer e interesarse por la obra de personalidades como Madame Curie, Johanson Gutenberg, Einstein, Marconi, Graham Bell, o los hermanos Lumiére. Un recorrido por pequeños estrados donde están los personajes con una leyenda que explica quiénes son y qué inventaron y que los actores disfrazados dan vida casi estática.

Pero, junto a ellos, se encuentran otras invenciones aplicadas, como Oskar, que presenta su espectáculo titulado «Viajeros al tren», en el que, dando vida a un revisor de tren, logra la atención especialmente en el momento que con unos tramos de vía de madera y un tren va contando una historia y jugando con la unión de esos tramos de manera casi fantástica.

En esta clave intimista y de pequeño formato, el argentino Baltazar Fanjul, «El señor de las bombillas» presenta un divertido, curioso y elaborado trabajo denominado «El Ballet de las bombillas» que, con una pequeña mesa y cinco bombillas que lucen, monta una suerte de circo imaginario. Muy sugerente.

Los franceses de «Thèâtre de la Toupine» ofrecen un bello curioso carrusel, una acción denominada «Bestiario alpino» y que es una idea familiar en donde los niños montan en unos animales de los Alpes, creados a partir de maderas flotantes, de las que llegan a los lagos después de caer por torrenteras y ríos, y que gira a partir de la energía realizada por dos adultos en un columpio. Un actor-músico acompaña a todos en una delicada y bella propuesta para los más pequeños.

Para todos lo públicos, pero especialmente para los menudos, «Ludicart» propone «Tubolófonos» y «Cuadros sonoros, en donde al toque se escuchan sonidos diversos, o al atravesar los cuadros, es decir los marcos, lo mismo. Una atracción sin evolución teatral.

La semana que viene, concretamente el miércoles 8 y el jueves 9 y dentro de este festival, empiezan las actuaciones propiamente dichas.

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