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Matrimonio de conveniencia

«La proposición»

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M.I. | DONOSTIA

Sandra Bullock se empeña en luchar infructuosamente contra el destino, que la consagra una y otra vez como actriz de comedia romántica, por más que ella quiera ser dramática. Aunque le disgusta reconocerlo en las entrevistas que concede, el público ha vuelto a llevar hasta el número uno su película rosa «La proposición», en la que además la obligan a explotar la manía que le tienen muchos espectadores. Su papel es de entrada más bien antipático, siguiendo la fórmula de éxito implantada por Meryl Streep en «El diablo viste de Prada». Ella es la jefa borde que mantiene una relación impuesta con su asistente personal, al que encarna su amigo en la vida real Ryan Reynolds, doce años más joven. Por si alguien quiere echar cuentas, que sepa que la Bullock cumple ya los 45, sin que su gancho comercial, a pesar de todos los pesares, haya decaído.

La boda por interés que vertebra el más que previsible argumento de «La proposición», la justifica el guionista debutante Peter Chiarelli en que la protagonista es de origen canadiense y su visado ha expirado, con lo que recurre al matrimonio con un ciudadano norteamericano para no perder el derecho de residencia. Él acepta a cambio de un ascenso en la empresa, junto con la obligada visita de cortesía a su familia en Alaska, pretexto que permite la intervención de veteranos secundarios que elevan el tono medio de la película. Los padres son interpretados por Mary Steenburgen y Craig T. Nelson, pero la que más luce su comicidad innata es la Betty White, de «Las chicas de oro», como la vitalista abuela homenajeada en su noventa cumpleaños.

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