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San Fermin 2009 Sale el sol por la mañana... ...y por la noche salgo yo

No hay resaca a prueba de callos

 

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Aitor MENTA

Cuarta de feria, o sea, cuarta noche durmiendo poco y comiendo peor. El día empieza algo frío. El viento norte sigue pegando fuerte, el tercer encierro sale también muy sosito, el sueño empieza a hacer estragos, y todo huele a bajonazo espectacular en una jornada típica de transición.

Pero es un espejismo pasajero. Porque no hay nada que no pueda arreglar un plato de callos en San Nicolás.

Una tradicionalista sanferminera afirma con convencimiento que los almuerzos de fiestas ya no son lo que eran, que el pueblo en general se acuesta demasiado tarde y que se ha perdido el rollito de madrugar para empezar la juerga antes. Cuando ya casi nos había convencido, nos topamos con una carta de menú tan clásica como atractiva: huevos con todo tipo de cosas, ajoarriero, toro y callos. Navarrada total.

Los más castigados se tiran al ajoarriero con huevo, que siempre es una garantía para estómagos maltrechos. Pero hay también quienes se decantan por los callos, siguiendo el conocido axioma festivo «De perdidos al río». O su sinónimo: «Un clavo saca otro clavo».

Parece obligado preguntar si los tripakis pican. La respuesta del camarero es positiva, lo que le da aún un punto más morbo soa la elección. Porque el picante llama al vino. Y el vino, a su vez, llama al picante. Y así, va que viene y viene que va, el cuerpo se empieza a entonar como por arte de magia. Como dicen los futboleros, el campo se nos pone cuesta abajo a las primeras de cambio.

Cuando acaba el almuerzo, no sólo es el temple de cada uno el que ha revivido. Alde Zaharra en su conjunto también empieza a coger otro colorico. Es la hora del vermú, y para eso no hay día chungo en Sanfermines, ya sea jueves o ya sea 9 de julio. Empalmar los callos con los fritos parece demasiado heavy, así que será mejor dedicarse exclusivamente a los líquidos durante un rato. Luego resulta ser un rato largo, pero la culpa la tienen los imponderables de todos los días a esta ahora: que si pasa la comparsa de gigantes, que si vienen los barrenderos, que si aparece un colega a contar sus batallitas, que si hay que cotillear sobre quién es la autoridad más poteadora...

Si los callos no funcionan, se puede también optar por un hermoso plato de garbanzos, como el amigo Pello, que no le hace ascos a nada, aunque no se le note. Hasta la corteza del queso sirve para hacer un poco de masa a estas alturas en el que el avituallamiento preparado con mimo el fin de semana pasado empieza a agotarse.

Claro que siempre hay sibaritas que se decantan por otros territorios. Por ejemplo, por cruzar la Plaza del Castillo y meterse al habitualmente selecto y sanfermineramente popular Gazteluleku. Allí hemos leído que sirvieron 4.000 litros de sorbete de champán el día 6 de julio. Cada katxi de litro sale a trece euricos del ala, así que se puede hacer la multiplicación y empezar a contar millones. El año que viene la sociedad se desplaza a la calle San Francisco, sin esas privilegiadas vistas sobre la Plaza del Castillo, pero con el mismo sorbete, que es lo que importa.

El final de la tarde lo marca la salida de las peñas, que seguro que en el tendido de sol le han hincado el diente también a los callos, al ajoarriero, a las magras con tomate y hasta a unos langostino si es que se tercia. Y así les luce.

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