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Imanol Intziarte Periodista

Pues no te compres la camiseta y punto

L a luz se hizo, la verdad fue revelada. Pagar más de noventa millones de euros por la contratación de un jugador de fútbol es una indecencia. Rasgar de vestiduras, crujir de dientes, llantos desconsolados... Unos días antes se pagaron más de sesenta por otro jugador -brasileño para más señas- y nadie abrió la boca. ¿Cuál es la cifra que marca la línea entre lo moral y lo inmoral? Algunos aportan como argumento que navegamos en mitad de la crisis económica. Ya, será porque cuando se fichó a Figo, Zidane, Ronaldinho o (espacio a rellenar con el nombre que se quiera), el pueblo ataba los perros con un collar de diamantes, se paseaba en su lujoso Ferrari y se meneaba la hipoteca en el arco de su megasueldo.

Seamos al menos honrados y reconozcamos que criticamos en función de los colores de la camiseta. Si nuestro club del alma pudiera entrar en esas pujas, estaríamos encantados de la vida. Si nuestro club del alma tuviera un crack para vender por ese precio, no responderíamos «no, que no paguen tanto, que es inmoral». Si las camisetas de los equipos de fútbol valen lo que valen -que te crujen más de 60 euros sin pestañear- es porque estamos dispuestos a gastarnos ese dinero. Más la segunda equipación, más el chándal, más el babero con el escudo bordado... Si dormimos una noche a la intemperie para conseguir una entrada que nos va a costar más que hacernos una dentadura nueva, no nos quejemos de que es cara. Vale lo que se esté dispuesto a pagar por ella. Bien que se ponen entradas a cinco euros cuando hace falta llenar el campo. La ley de la oferta y la demanda.

Antes de que suene el pitido final, un repaso al argumento de que «si se pagan esas cantidades es porque el fútbol las genera». Falso. Se pagan esas cantidades porque no les importa endeudarse hasta las cejas, puesto que nadie va a tener los redaños suficientes para mandarlos a quinta regional por miedo a que la afición -que también vota- monte la de San Quintín. Es mierda, nos la comemos y además nos gusta. Pero al menos no nos engañemos diciendo que es caviar.

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