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El «imparable» tren de los despidos

El desmantelamiento progresivo de servicios y coberturas sociales en aquellos estados europeos donde durante la segunda mitad del siglo anterior se alcanzó cierto grado de bienestar social -como pueden ser los casos de Gran Bretaña, Alemania o el Estado francés- parece no conocer límites. Por mucho que en el clima de crisis económica global y estructural que se vive en estos momentos los mandatarios de esos países hayan cambiado su numantina defensa del neoliberalismo y su apología del libre mercado atemperando su discurso con un renovado lenguaje intervencionista y keynesiano, los hechos que suceden a esas palabras indican que los recortes en el estado del bienestar no van a cesar. En el caso del Estado francés esta situación ha llevado a los sindicatos a convocar varias huelgas, tanto generales como sectoriales, con el objetivo declarado de revertir esta dinámica.

Sólo en este contexto se puede entender la progresiva subcontratación y privatización de servicios que, junto a los miles de despidos que en diferentes áreas del Estado -educación, servicios sociales, transporte público...-, está teniendo lugar en los servicios públicos franceses. Las promesas de Sarkozy en este terreno contrastan con la política de recortes y precarización que llevan a cabo sus diferentes ministerios, una regresión en el estado del bienestar sin parangón en la historia reciente de la República. El desmantelamiento de la red ferroviaria francesa y en especial de su sección dedicada al transporte de mercancías es parte de esa política, que ahora amenaza a decenas de trabajadores de SNCF en Lapurdi.

En este caso la incongruencia afecta también a uno de los proyectos estrella a uno y otro lado del Bidasoa: el Tren de Alta Velocidad. El desmantelamiento de la sección de trenes de mercancías contrasta con el argumento que defienden sus promotores, según el cual el TAV solucionará el problema del transporte de mercancías por carreteras. De momento lo único que en este terreno va a toda velocidad en el Estado francés es la destrucción de empleo y la pérdida de calidad en el transporte público. Ni qué decir en el caso de los estados donde nunca se alcanzó ese grado de desarrollo o bienestar.

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