GARA > Idatzia > Iritzia > Jo puntua

Anjel Ordóñez Periodista

Tiempo de luciérnagas

 

La luciérnaga es un insecto pequeño, con un hábitat muy amplio, pero que acostumbra a vivir en los pantanos. Los prefiere. Áreas extensas, lóbregas, de aguas estancadas y turbias, donde apenas entra la luz del día. Ciénagas tenebrosas de olores penetrantes, fétidos, y de vegetación agresiva que oculta el cielo, el sol, las estrellas. Un ambiente ideal, como hecho a medida, para la luciérnaga. Porque, aún en su insignificancia, en medio de la oscuridad, consigue hacerse ver gracias a la tenue luz que emite su abdomen. Y cuanto mayor es la negrura, más brilla su parvedad. Se siente, entonces, importante.

Vivimos tiempos de luciérnagas. Luciérnagas que pretenden multiplicar su pobre fulgor extendiendo la oscuridad por doquier. Luciérnagas que pintan el cielo de negro, ciegan cada ventana, sellan cada rendija, funden cada bombilla, soplan cada candil... y desesperan ante cada rayo que escapa, cada destello incontrolado, cada llama que huye y consigue arrojar luz sobre una realidad que no quieren porque no controlan, porque se les queda grande, enorme. La claridad las deslumbra, las debilita y aun las mata.

Pero hablemos de la luz, que me está quedando la columna un tanto gore. La luz, según los científicos, es «una clase de energía electromagnética radiante que puede ser percibida por el ojo humano». Cómo cambia la cosa, ¿verdad? Frente a las luciérnagas y sus tétricas ciénagas esdrújulas, la luz, la energía radiante, la humanidad... palabras que consiguen cambiar nuestra percepción de la realidad, que nos vuelven más optimistas, más positivos.

La luz es veloz. No hay nada más rápido que la luz, ni nada llega antes que ella: 300.000 kilómetros por segundo, según constata la Física moderna. Y se propaga en línea recta, no gusta de recortes ni culebreos, prefiere la franqueza, la sinceridad. La luz, podríamos decir, es noble, leal, no engaña. De hecho, es la madre de la imagen, otro concepto de la Física que se ha de entender como la «forma definida por el reflejo de los rayos luminosos».

La imagen es, de esta manera, la representación del universo ante nuestros ojos, esos globos mágicos que la naturaleza ha puesto en nuestra cara para que podamos entender el mundo que nos rodea, el entorno en el que existimos, para que lo recordemos y lo almacenemos en ese disco duro inmenso que es nuestro cerebro, donde a cada segundo se forma nuestra identidad, nuestra realidad.

Todo esto que les cuento no es ningún secreto. Aparece en los libros, en Wikipedia y no hace falta tener muchos estudios, ni siquiera títulos académicos, para estar al tanto. De hecho, lo saben hasta las luciérnagas, lo deben haber aprendido en sus diminutas madrigueras o en cualesquiera que sean los sitios donde se escondían hasta no hace tanto. Y andan desesperadas, empeñadas, como les contaba al principio, en robarnos las imágenes, porque piensan que así nos hurtarán la luz y, con ella, nuestra identidad. ¿Se puede estar más equivocado?

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo