ASTEA MUNDUAN
Terminator protagoniza una película de miedo en California
Iker BIZKARGUENAGA
Periodista
California no es lo que era. El «Estado Dorado», el más rico y poblado de EEUU, la octava potencia económica del planeta, se va a pique. Sus finanzas son desastrosas, la tasa de paro sube hasta niveles impensables -un 11,6% en junio, cinco puntos más que en 2008- y el déficit presupuestario amenaza los servicios sociales más básicos.
No hay dinero, de hecho el Gobierno está emitiendo pagarés, y el gobernador, Arnold Schwarzenegger, no puede gritar «¡Corten!» y volver a rodar la toma. Esta vez no es una película, es la realidad. Una realidad que a falta de un año para concluir su mandato puede otorgar al actor (¿?) austríaco el dudoso honor de abandonar su cargo dejando a sus espaldas una sociedad en ruinas. Alguien podría pensar que, llegados a este punto, es momento de regodearse por la triste despedida del armario más facha de la gran pantalla. Pero este caso también puede ser motivo de reflexión.
Porque más allá de lo preocupante que resulta que un personaje tan ultra como éste haya ganado dos elecciones consecutivas, lo cierto es que la quiebra californiana llega después de muchos años en los que la política fiscal ha sido calamitosa para el interés común y muy beneficiosa para las grandes fortunas, tan promocionadas en aquellas tierras.
Y como de todos los lugares se pueden extraer enseñanzas, no está de más tener esto en mente, ya que actores y cameladores profesionales los hay en todas partes, aunque algunos salgan en el cine y otros en los teleberris. Y, como decía RIP, en California por lo menos no hay Guardia Civil.