Carmelo Ortiz de Elgea, una fuente inagotable que brota sensaciones paisajísticas «Háblame de amor»
Sensaciones y vibraciones que parten de los paisajes de Euskal Herria. Así nacen los cuadros de Carmelo Ortiz de Elgea. Obras que bailan entre la figuración y la abstracción y que todavía siguen sorprendiendo al propio autor. Durante estos días traslada hasta Zarautz sus últimas creaciones divididas en dos exposiciones: una en Sanz Enea y la otra en Ispilu.
Ane ARRUTI | ZARAUTZ
Huyendo de cualquier estilo y norma, Carmelo Ortiz de Elgea pinta por impulsos. Sus cuadros transmiten vibraciones, sensaciones que han ido formándose y exteriorizándose mientras «manchaba» el lienzo. «El reto es empezar de cero y empezar a manchar, sin saber lo que va a pasar. Te das cuenta de que al cabo de dos horas de has metido tanto en ese laberinto que piensas, `¡a ver cómo salgo yo de ésta!'. Eso me gusta, esa aventura y esa sorpresa», confesaba frente a sus cuadros expuestos en la casa de cultura de Sanz Enea de Zarautz. La muestra que permanecerá abierta hasta el próximo 20 de setiembre, reúne cerca de una treintena de óleos que el artista alavés ha ido realizando durante este último año.
El pintor, uno de los más significativos de Euskal Herria en la actualidad, juega con la sorpresa y la satisfacción que le produce trasladar su interior a un lienzo: «Empiezo a pintar y no sé lo que estoy pintando. Al final el cuadro me tiene que sorprender a mí. Y después de haber pintado el cuadro empiezas a entenderlo. El primer sorprendido siempre suelo ser yo», y añadió «no es una pintura gestual, aunque sí comienzo del gesto y luego lo controlo. Empiezo a pintar con mucho gesto, con grandes nudos, y esos los voy controlando y voy sacando lo que de alguna manera me está pidiendo el cuadro. Controlo el cuadro pero el cuadro me manda a mí».
Nacido en Gasteiz en 1944, Ortiz de Elgea vivió su infancia en el barrio de Aretxabaleta. Con tan sólo nueve años pintó sus primeros óleos y con diez, quedó fascinado con la obra de Van Gogh. Fue entonces cuando comenzó sus estudios en la Escuela de Artes y Oficios de Gasteiz. Debutó en 1961 en la Caja de Ahorros Municipal que había entonces en la ciudad. Gracias a la Beca de la Fundación Amárica, ingresó en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Formó parte del grupo alavés Orain que, junto al Emen de Bizkaia, al Gaur de Gipuzkoa y el Danok de Nafarroa constituyó en 1966 la Escuela Vasca. Desde entonces no ha parado de pintar y numerosos galardones, como el primer premio de Pintura Vasca en 1968, avalan su trayectoria.
Profundizar el paisaje
El paisaje es, sin duda, el eje principal de los cuadros de Ortiz de Elgea. Sin embargo, nunca se queda en lo meramente descriptivo o realista, e intenta profundizar en lo que la naturaleza le sugiere. «Una de las fuentes más importantes para mí es, sin duda, la naturaleza. Ella me marca muchas cosas. Luego yo transformo esos paisajes concretos. Son sensaciones que siento y sin querer aparecen, pero desde una forma no concreta. Son sensaciones de climas, de hielo, de calor, de frío, de viento, de niebla... de algo que vibra», explicó. Aunque el paisaje sea un elemento presente en todos los cuadros, la exposición no sigue una temática concreta. «Hablo del mar, en el siguiente cuadro aparecen unos árboles, el siguiente es una abstracción... Hay un juego de temas que no se parecen. Creo que es uno de los aspectos más ricos que tengo en mi pintura, ese sentido de cambio».
Estos paisajes dejan entrever de dónde es el artista y cuál es su entorno habitual de trabajo: «Yo vivo aquí y eso se nota en ese sello incluso más dramático. No es un paisaje sorollesco lleno de luz», bromeó. Alavés de nacimiento, bosques y montañas comparten protagonismo, aunque Ortiz de Elgea suele acercarse mucho hacia la costa y el mar toma vida en sus lienzos en numerosas ocasiones. «Lo utilizo como algo de descanso. Es como dar una salida al cuadro, es como un relax. El mar me interesa por eso, porque es como cuando te asomas a la playa y miras al horizonte. Te deja descansar», reflexionó ante uno de esos cuadros.
De lo concreto a lo inconcreto
Caminando sobre la línea entre la figuración y la abstracción, cada trabajo se convierte en un mundo diferente al anterior: «Tiendo a las formas abstractas, con las que creo que hay que pensar más. Sin embargo, en muchos cuadros se pueden apreciar hasta los árboles, las montañas o las rocas. Hay un conglomerado de cosas abstractas y cosas concretas. Lo que, digamos que, es más fácil de entender y lo que es más difícil. Todo ese barroquismo me interesa mucho».
Otro de los elementos que no falta en estos trabajos, siempre contrastado con gran colorido, es el gris: «Considero que el gris es, un poco, todos los colores. En el gris aparece todo, el azul, el marrón, el rojo... todo. Es un color donde me imagino muchas cosas, veo muchas más historias. Luego hay mucho color, hay vibraciones, sensaciones, gestos... es una pintura muy elaborada».
Dentro de todo ese tifón de paisajes, colores y abstracciones entremezcladas, Ortiz de Elgea añade al todo alguna que otra figura humana como un «elemento de escala dentro de la grandiosidad del paisaje». «Da una escala, una proporción de lo que es una forma. Pero no es el elemento principal la figura. Está dentro del todo, no hay un protagonismo, el protagonista siempre es el cuadro», añadió.
Además de esta treintena de cuadros recientes, Carmelo Ortiz de Elgea inauguró este mismo viernes otra exposición, también en Zarautz. La galeria Ispilu acogerá hasta el próximo 6 de agosto esta muestra compuesta por cuadros más pequeños. «Soy un pintor de tamaño grande», bromeó, «pero para esta ocasión he escogido los trabajos más pequeños que tengo».
Mikel INSAUSTI
Con la ópera prima de Silvio Muccino pasa lo mismo que con la publicidad, en su manera de adecuar los hallazgos de Godard, Lelouch o Bertolucci a un contexto más manipulador. De ahí que las bellas imágenes de «Háblame de amor» tengan un aire tan falso y comercial, y que nadie se crea la caracterización traumática que asume ante la cámara el propio debutante, porque resulta demasiado guapo y sonriente para haber llevado una vida tan dura y marginal como dice. Sus borracheras y sus partidas de póker, sus intervenciones en reuniones de alcohólicos anónimos, todo diríase puramente transitorio y abocado a un final de color rosa. No deja de ser un cuento de miel en ambientes urbanos de la Roma de hoy en día, lo que le confiere a la película un encanto anacrónico para los italianos, que han acudido en masa a los cines al igual que se acercan a las urnas para votar al retrógado Berlusconi.
Se me hace más difícil hablar del trabajo de Aitana Sánchez-Gijón, a la que habría que escuchar en la versión original en italiano, ya que con la versión doblada se produce un inevitable distanciamiento. Lamento que su diálogo con Geraldine Chaplin sea tan corto, y que no se profundice en esa relación, al igual que sucede con otras circunstancias de la vida pasada de su personaje, a la que se hacen referencias puntuales de forma dosificada. Silvio Muccino hace bien en ir dando datos sobre los protagonistas gradualmente, pero no consigue evitar que el desarrollo argumental acabe siendo previsible, tal vez debido a una falta notable de sentido del riesgo a la hora de abordar un romanticismo aparentemente loco pero en el fondo muy encauzado. Asimismo, peca de esquematismo al reabrir las cicatrices existenciales, por culpa de esa manía consistente en reducir los recuerdos a una sesión casera de viejas diapositivas deterioradas por la humedad y el paso del tiempo. Es una escena vista una y mil veces, y a la que los guionistas continúan acudiendo llevados por una preocupante falta de inventiva.
Carmelo Ortiz de Elgea formó parte del grupo alavés Orain que, junto al Emen de Bizkaia, al Gaur de Gipuzkoa y el Danok de Nafarroa constituyó en 1966 la denominada Escuela Vasca.
«Empiezo a pintar y no sé lo que estoy pintando. Al final el cuadro me tiene que sorprender a mí. Y después de haber pintado el cuadro empiezas a entenderlo. El primer sorprendido soy yo».
«Una de las fuentes más importantes para mi es la naturaleza. Ella me marca muchas cosas. Luego yo transformo esos paisajes concretos. Son sensaciones que siento y sin querer aparecen».
«Tiendo a las formas abstractas, con las que hay que pensar más. Pero en muchos cuadros se ven hasta los árboles, las montañas o las rocas. Hay un conglomerado de cosas abstractas y cosas concretas».
T.O.: «Parlami d'amore».
Dirección: Silvio Muccino.
Guión: Silvio Muccino y Carla Vangelista, sobre la novela del primero.
Int.: Silvio Muccino, Aitana Sánchez-Gijón, Carolina Crescentini.
País: Italia, 2008.
Duración: 109 m.
Artista: Carmelo Ortiz de Elgea.
Lugar: Casa de Cultura Sanz Enea. Zarautz.
Fecha: Hasta el 20 de setiembre.
Horario: 18.00 - 21.00 (laborables), 12.00 - 14.00 / 18.00 - 21.00 (domingos y festivos).
Lugar: Galeria Ispilu. Zarautz.
Fecha: Hasta el 6 de agosto.
Horario: 18.30-21.00 (martes a sábados), 11.30 - 13.30 (sábados).