«Es increíble la capacidad que tiene el hombre de olvidar»
Mikel CHAMIZO
Jordi Savall inauguró el jueves pasado el Ciclo de Música Antigua de la Quincena Musical con un recital que, bajo el epígrafe «La Lira de Hesperia», reunió músicas del siglo XII al XV de origen oriental, de tradición safardí, de Afganistán, de Irán, de Argelia y algunas de tradición occidental, tocadas con una colección de instrumentos antiquísimos entre los que se contaban una viella de arco, un rebeq del siglo XV y un rebab del siglo XIV.
Antes del recital, que compartió con su gran amigo el percusionista Pedro Estevan, Savall tuvo tiempo de explicarnos su punto de vista sobre la evolución del movimiento historicista en los últimos tiempos y sus ideas sobre cómo debería afectar la emoción a la interpretación musical, axiomas que han guiado la formación de su carácter musical desde hace más de treinta años y que trata de inculcar a las nueva generaciones.
A usted le tocó hacerse a sí mismo en la música antigua en un momento en que el género era especialmente excitante, sacando a la luz casi a diario obras y compositores olvidados de gran calidad. Hoy en día parece que la música antigua se ha institucionalizado un poco en torno a algunos de aquellos compositores y que ya no queda tanto por descubrir. ¿Cómo ve usted la diferencia entre la épooca en que usted se inició en la música antigua y la actual?
Creo que utilizar la palabra institucionalizado no es muy correcto, porque las instituciones están muy lejos de dar el soporte que merece este tipo de música antigua. Segundo, sí que quizás hay ciertos tipos de festivales y grupos que hacen programas muy estándar, vemos siempre las mismas piezas, las «Cuatro Estaciones» de Vivaldi y ese tipo de cosas más populares.
Pero en la música antigua cada día se están descubriendo cosas interesantes. Nosotros llevamos a cabo cada año proyectos nuevos: hemos hecho proyectos con músicas del contexto de El Quijote, la Ruta de Oriente de Francisco Javier, ahora tenemos un proyecto sobre Jerusalem, estamos trabajando sobre los cátaros, sobre Estambul, sobre el Mare Nostrum...
Hacer música no es solamente tocar música bonita, sino construir una historia que te permite viajar en el tiempo y estar en el presente al mismo tiempo. Permite descubrir a través de la emoción, de la belleza, de la espiritualidad, cosas sobre nuestro pasado. Esto es muy importante, creo. Sobre todo descubrir las cosas no a través solamente del intelecto, de las cifras, del conocimiento, sino de la sensibilidad. Pienso que la música es la que nos toca siempre con esta sensibilidad y nos habla a través de la emoción.
Queda, entonces, mucho terreno por descubrir...
Mientras el hombre exista, habrá cosas a recordar. Porque es increíble la capacidad que tiene el hombre de olvidar. La labor de recuperar la memoria siempre será una cosa esencial.
En la carrera que han emprendido los conjuntos de música antigua, ¿no cree que hay alguno que acude a la extravagancia para hacerse notar? Por ejemplo, hace unos diez años, la serie de grabaciones que salieron, una detrás de otra, con las «Cuatro Estaciones» de Vivaldi, a cada cual más bizarra y atrevida.
Sí, estamos en una época en la que, si no eres extravagante, la gente no te toma en consideración. Creo que a veces pasa que jugamos más con las cosas sorprendentes, y esto a la larga cansa. Lo importante es profundizar en las cosas, ser auténtico, ser inteligente y transmitir lo que es esencial.
Lo que es esencial en la vida es -lo sabemos todos- amistad, amor, sensibilidad. Esas son las cosas esenciales en la vida, y en la música es lo mismo.
Aunque la interpretación de música antigua se base tanto en la investigación musicológica, uno tiene la sensación de que los intérpretes de música antigua se sienten especialmente libres cuando tocan. ¿Qué hay de cierto en ello?
La libertad es una cuestión fundamental para cualquier arte, pero la libertad solamente se consigue con un gran trabajo, una gran disciplina, un gran control y, sobre todo, con conocimiento. La libertad sin conocimiento no existe.
La ignoracia es lo contrario de la libertad. Pienso que la educación te permite profundizar en el conocimiento, en la técnica del instrumento, en los estilos de las diferentes épocas, en la articulación, en todo lo que hace que, después, puedas hablar la lengua de la música como corresponde. Sin esta educación no tienes libertad.
Tras tantos años tocando la música de, por ejemplo, Maris Marais, ¿cómo ha ido evolucionando su forma de interpretarlo?
Justamente podría resumir lo que acabamos de decir: después de tantos años de ir profundizando, ahora me doy cuenta de que tengo una mayor libertad para expresar tantas cosas. Y también para dejar que la música se exprese por ella misma.
Cuando eres joven y tienes que demostrar que eres buen músico, que puedes tocar virtuosamente, entonces te impones una metas que a veces hacen que la música no hable por sí misma, porque tú quieres demostrar lo que puedes hacer. Cuando ya no tienes que demostrar nada, porque ya has adquirido esta madurez, entonces puedes hacer que las cosas pasen como tienen que ser. Dejar que la música se exprese por sí misma, estando tú al servicio de la música y no la música a tu servicio para saludar tu personalidad. Esto es la clave de la madurez, el colocarte tú al servicio del arte.
Usted habla a menudo de «emoción», un sentimiento que debe estar presente en cada una de las notas que se tocan. ¿A qué se refiere exactamente con esta emoción?
Lo mismo que nos pasa en la vida cotidiana, en el mundo hay millones de personas y nos encontramos con muchísima gente a lo largo de nuestra vida. ¿De quién nos acordamos? Nos acordamos de las personas que nos han emocionado, con las cuales hemos entrado en simpatía, porque han sabido escucharnos, porque hemos tenido cosas en común... La emoción es lo que hace que la vida tenga sentido.
En la música, la emoción es lo que hace que nuestra memoria conserve el decoro de aquello que nos ha emocionado. De las miles de cosas que escuchamos, solamente guardamos la imagen de aquella persona, de aquel amigo, de aquel hijo, de aquel padre, que ha sido esencial para nosotros desde el punto de vista emotivo.
Una música sin emoción es algo vacío, algo que no tiene ningún sentido, y conseguir esto depende en gran medida del intérprete. Esto es algo a la vez maravilloso y tan frágil: Que la música más maravillosa tocada sin emoción no diga nada, que sea como un decorado que no tiene vida.
¿Cómo se transmite todas estas enseñanzas a sus alumnos? ¿Tiene algo de diferente la enseñanza de la música antigua con respecto a la música clásica tradicional que se enseña en lo conservatorios?
La música antigua tiene los mismos principios fundamentales que están en todos los tipos de música. Yo tuve la suerte de tener profesores como Joan Marsé, que era un viola y que, desde muy pequeño, me enseñó estas cosas esenciales. Pero también lo ves en la historia de los grandes maestros.
Me acuerdo de una frase que siempre ha sido fundamental en mi sistema de enseñanza: Leonardo da Vinci a sus alumnos les decía que «la emoción es prima de la técnica». Es decir, a principio de cualquier ejercicio tiene que estar presente la emoción, porque sin la emoción el sacrificio no servirá de nada, no lo vamos a asimilar. El punto esencial para enseñar y para transmitir es que todo lo que hagamos tiene que estar fundamentado por un deseo de comunicar la belleza, del sonido, de la voz, del conocimiento, del estilo... Todo está ligado estrechamente a la emoción.
violista
El de Jordi Savall es uno de los nombres más famosos entre los pioneros de la música antigua. Se ganó una gran fama como intérprete de viola de gamba y también ha tenido una gran influencia en cómo se han reconstruído y transmitido muchas músicas antiguas de la península ibérica.
Aunque Savall fue la estrella visible del cartel, en Donostia compartió escenario con Pedro Estevan, quien acompañó al violista con toda clase de percusiones. Savall destacaría entre las cualidades del percusionista que «hace a la vez cantar, bailar, hablar, reír, llorar... con sus dedos es capaz de hacer cualquier cosa, sobre todo de transmitir la emoción y la belleza de un ritmo, de una atmósfera». Reconoce que entre ellos existe una «compenetración total», algo importante en estas músicas que conllevan «una cierta forma de improvisación». La realidad es que casi no necesitan ensayar: «lo que necesitamos para este tipo de proyectos es probar la acústica, ver cómo nos escuchamos y, sobre todo, calentar». En pleno verano donostiarra esto último fue más sencillo, porque Savall reconoce que «la misma temperatura ya te hace estar más templado». M.C.
«Las instituciones están muy lejos de dar el soporte que merece este tipo de música antigua»
«La libertad es una cuestión fundamental para cualquier arte, pero la libertad solamente se consigue con un gran trabajo, una gran disciplina, un gran control, y sobre todo, con conocimiento»