El Gobierno británico reconoció ayer que es imposible garantizar que la información que manejan los servicios de espionaje británicos no se obtiene mediante la tortura a detenidos en el extranjero. En un artículo conjunto publicado ayer en «Sunday Telegraph», los ministros de Exteriores, David Miliband, y de Interior, Alan Johnson, negaron las acusaciones de complicidad de los servicios secretos nacionales en el maltrato a detenidos por «terrorismo» fuera del país. «No son verdad las sugerencias de que los servicios de seguridad e inteligencia operan sin control en el extranjero», señalaron.

Insistieron en que la tortura no se practica en territorio británico, aunque reconocieron que no se pueden tener las mismas salvaguardas con los detenidos por autoridades extranjeras.

La Comisión de Derechos Humanos Conjunta del Parlamento británico ha pedido una investigación independiente sobres las acusaciones de que Londres ha sido cómplice de torturas.

Por su parte, la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara de los Comunes advirtió de la relación entre las agencias de inteligencia británicas y los servicios secretos paquistaníes, cuyas prácticas son «causa de gran preocupación». Puso como ejemplo el caso del etíope Binyam Mohamed, residente en Gran Bretaña, que ha denunciado que el MI5 fue cómplice de las torturas que sufrió en Pakistán y Marruecos.