«La inseguridad supone una amenaza para la posibilidad de ejercer el derecho al voto de un número significativo de afganos», denuncia el informe de la ONU. «No es sorprendente que el miedo y las intimidaciones veladas o directas que caracterizan a la insurgencia creen una reticencia subyacente a presentarse a las elecciones, hacer campaña o votar», agrega.

El actual presidente, Hamid Karzai, es el favorito gracias al apoyo de los poderosos caciques regionales. Además, la oposición está fracturada. Pero la alta abstención que se prevé por diferentes motivos pone en tela de juicio la legitimidad de estas elecciones que se celebran en plena ocupación. Aunque Estados Unidos y sus aliados han desplegado miles de efectivos militares, la violencia está en su punto más alto, especialmente en el sur y este del país.

En lo que va de mes, han muerto 20 soldados extranjeros, según la web icasualties.org que lleva un registro de las bajas. Julio fue el mes más mortífero desde la invasión en 2001. Murieron 76 militares, la mayoría por bombas artesanales.

Los talibán llamaron por radio a boicotear los comicios. El informe de la ONU se hace eco de la muerte de nueve personas en incidentes y atentados relacionados con las elecciones.

Otra de las cuestiones que le preocupa es la seguridad de las mujeres candidatas, que representan el 10% del total de personas que se presentan a un cargo público en los parlamentos regionales. Algunas han recibido amenazas de muerte. La vivienda de una fue incluso incendiada tras la pegada de carteles en los que se la advertía e instaba a abandonar su candidatura.

En algunas zonas se permite incluso que los hombres voten en lugar de las mujeres, señala el texto, una práctica considerada culturalmente aceptable en ciertas partes de Afganistán, a pesar de ser ilegal.

En uno de los casos más escandalosos, un funcionario local ha sido acusado de robar 9.000 cédulas de mujeres y de ofrecérselas a siete formaciones políticas con la idea de utilizarlas de forma fraudulenta.