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Jaime Mendia Militante de EHGAM

Txupin re(b/g)ozado, ¡sí!

Vivimos en una sociedad que defiende la salud y la asepsia hasta un extremo patológico. Rehuímos el contacto físico reduciéndolo a momentos totalmente ritualizados; escondemos los «defectos», la vejez... Manchémonos, contaminémonos. Exploremos los límites entre nuestra voluntad y nuestro cuerpo, porque, si en algún lugar ha de ser, será ahí donde encontremos nuestra libertad

Aunque resulte impopular, ahora que hasta la Coordinadora de Comparsas se opone al rebozo en el txupin de Aste Nagusia, desde aquí voy a dar un voto positivo a la harina y a los huevos en el inicio de las fiestas bilbainas. «Porque es un guarro», diréis. Y sí, tal vez sea eso, «pero un guarro que a veces piensa», os respondo yo. Y es que, o se me ha ido mucho la olla este verano (que todo puede ser) o he encontrado un punto sobre el que reflexionar acerca de esta pastosa manera da dar la bienvenida a nuestra amada Mari Jaia a Bilbo. Y ¿a que lo adivináis? Estoy a punto de compartirlo con todas y todos vosotros.

Lo que no os voy a negar es que es una guarrada. Es pringoso y asqueroso. Pero es que es ahí precisamente donde está el quid de la cuestión, lo que le da valor a este acto. Porque lo que tenemos que tomar en consideración es el valor de pringarse, hoy, en público, como un acto de resistencia a la norma.

Vivimos en una sociedad que defiende la salud y la asepsia hasta un extremo patológico. Rehuímos el contacto físico reduciéndolo a momentos totalmente ritualizados; escondemos los «defectos» físicos, la vejez, la enfermedad y la muerte; aniquilamos nuestros olores corporales, y nuestros fluídos corporales nos producen náuseas; escogemos como modelos cuerpos imposibles... En definitiva, a pesar de que nos creemos que somos muy modernos y modernas y que hemos dejado atrás etapas de oscuridad y miedo, la realidad es que odiamos nuestros cuerpos como nunca hasta ahora. Y en esto, todo hay que decirlo, el movimiento gay «oficial», ése que se identifica en los GayPride, es paradigmático.

La ciencia, sobre todo la medicina, y las ciencias sociales, han tomado el papel de guardianes del orden social que antiguamente jugaban la religión y las iglesias, convirtiéndose en los modernos instrumentos para desposeernos de nuestros propios cuerpos.

La medicina, imponiendo un concepto de salud equivalente a capacidad productiva. Es decir, podría haber definido un «cuerpo saludable» como aquel que es capaz de proporcionar satisfacciones a la persona que lo habita, por ese mero hecho en sí, pero en cambio ha extendido una concepción de cuerpo sano como aquel que es capaz de trabajar, producir y consumir más: más dinero, más ocio, más hijos e hijas...

Las ciencias sociales, con sus gurús al frente (sicólogos y sicólogas, sociólogos y sociólogas, etc.) han convertido el derecho a la salud de cada persona (el derecho a ser informado sobre qué conductas pudieran ser nocivas para su salud, el derecho a no ser forzado a realizar ninguna de estas conductas, el derecho a ser cuidado como mínimo con respeto cuando se está enfermo...) en un imperativo moral. Hoy en día los ciudadanos y ciudadanas no tenemos el derecho a estar sanos: tenemos la obligación de estarlo, de manera que cuando no lo procuramos con el suficiente ahínco se nos considera seres asociales, problemáticos, desviados...

Pero, frente a la imposición de la norma, las sociedades siempre hemos dispuesto de una poderosa herramienta de oposición: la fiesta. En la fiesta los tabúes ser relajan y la norma se debilita; por lo menos, se hace casi visible.

Antiguamente, la gente se disfrazaba de curas y monjas, o se vestían con ropas consideradas del «otro género», siendo estos dos comportamientos realmente transgresores. Hoy en día, ninguno de estos comportamientos se puede considerar transgresor en modo alguno, lo que nos puede dar idea de cómo han caído sus normas respectivas.

Lo cual nos lleva a las preguntas definitivas: Aquí, hoy, durante Aste Nagusia bilbaina, ¿qué es, pues, transgresor? ¿Hay algún comportamiento que visualice y ataque a la norma? ¿Podríamos considerar el txupin rebozado como un comportamiento tal? No voy a responder, voy a dejar que cada uno llegue a la conclusión que más le convenza.

Tan sólo quiero terminar evocando la máxima Queer ya conocida que dice que nuestros cuerpos son el campo de todas las batallas. Manchémonos, pringuémonos, contaminémonos. Exploremos los límites entre nuestra voluntad y nuestro cuerpo, porque, si en algún lugar ha de ser, será ahí donde encontremos nuestra libertad.

Feliz Aste Nagusia a todas y todos, y a gozar.

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