Raimundo Fitero
Los gestos
Un gesto ejemplar es la manera de presentarse ante la prensa del doctor Pedro Cavadas, con una perilla y un corte de pelo de ciudadano normal y con una camisa africana que le identificaba como persona comprometida con la realidad. Apareció para dar noticias del primer trasplante de cara realizado en un hospital del estado Español, para explicar lo que se había hecho, para poner unas palabras llenas de sentido común y humanidad sobre el trasplantado y para regañar, con educación, firmeza y sentido democrático a quienes han filtrado la identidad del fallecido cuya familia donó su cuerpo para que se pueda realizar esta operación que es la tercera que se hace en el mundo, que convierte a este hombre en un auténtico ídolo social.
Dice el doctor Cavadas que encuentra al paciente transplantado muy bien y que cree que empieza a recuperar “su dignidad”. Palabras mayores. Va a procurar que no se conozca la identidad de este hombre de cuarenta y tres años que debido a unas sesiones de radioterapia había perdido parte de la cara y la lengua. Y el doctor que ha comandado el equipo que le ha colocado una mandíbula nueva, una lengua con la que probablemente pueda recuperar el sabor, resulta ser un ciudadano comprometido, un profesional médico solidario que se nos presenta con discurso claro y vestuario de ser normal.
Pero tenemos otro gesto descalificador y descalificante a cargo del Consejero Delegado de Prisa, que escribe un durísimo artículo en su periódico y que utiliza veinte minutos de su radio, la SER, para soltar todas sus obsesiones, sus rabietas, su acusaciones, sus descalificaciones globales. El curioso académico de la Lengua Juan Luis Cebrián emplea un lenguaje casposo, caótico, de la derecha rancia a la que ideológicamente pertenece para atacar o defenderse de un decreto ley y unirse al corro anti ZP. La guerra del fútbol lo tiene frito y denunciar ahora este grupo mediático favoritismos del gobierno, es de un cinismo supino. El pobre Pedro Blanco, haciendo un simulacro de entrevista con preguntas previas para que su señorito suelte su discurso encendido es uno de los momentos periodísticos más patéticos de los últimos tiempos.