Tras debutar en la Quincena Musical el pasado año, en el Ciclo de Jóvenes Intérpretes, Jauregi vuelve a gozar con la confianza del festival protagonizando un recital en solitario en Chillida-Leku.

De festival a festival. Acaba de regresar del de Granada. ¿Qué tal le ha ido por allí?

En Granada me ha ido muy bien. Han sido tres conciertos en tres días, en los que he tocado tres obras de Albéniz muy poco conocidas, además del «Bolero» y el «Andante spianato» de Chopin, que a la gente le encanta. Recibí una bonita crítica que agradecí mucho. Además de Granada, este verano también he estado en el Festival de Peralada y en el de la Roque d'Anthéron, que es uno de los festivales de piano más importantes del mundo. Allí tuve que tocar delante de 2.400 personas. Fue impresionante.

Parece que su carrera va en ascenso. La Roque d'Anthéron, Granada, Quincena Musical... y acaba de participar en un disco con importantes pianistas españoles. ¿Cómo surgió esa grabación?

El disco es una especie de resumen de un ciclo de piano organizado por Caja España, en el que yo soy la próxima en tocar, el 20 de noviembre en la Sociedad Filarmónica de Bilbo. Escogieron a seis pianistas y a mí como el joven talento, pues los otros son nombres ya consagrados. Doy la imagen joven y además soy la única mujer del disco, que trata sobre Albéniz y sus contemporáneos, con piezas latinoamericanas de la época.

La Quincena Musical le ha dado su voto de confianza, al programar ahora su recital en Chillida-Leku tras el que dio el año pasado en el Ciclo de Jóvenes Intérpretes. Va a codearse con grandes como Roger Muraro o Juan Manuel Cañizares.

Estoy muy agradecida a José Antonio Echenique, que me dio la oportunidad el año pasado y este también ha confiado en mí. Espero no defraudar y pasármelo bien. Además es un recital especial, con la participación de Kirmen Uribe. Aunque todavía no nos conocemos, solo por email, Echenique pensó desde el principio que nos compenetraríamos bien.

¿Qué programa ha elegido para el recital?

Me pidieron algo con el título «Tiempos de vanguardia», que contuviera música de compositores entre 1900 y 1936 de la zona de Donostia y Biarritz. Muchos compositores famosos pasaron por Iparralde: Albéniz, Granados, Stravinsky, Ravel... Al final he escogido algo de Bartók, que dio un concierto en el Victoria Eugenia, y de Aita Donostia, que a mí, particularmente, me encanta, además de piezas de Albéniz y Granados. Entre las obras, Kirmen Uribe recitará poemas relacionados con la época.

Usted ha crecido siendo parte de la vida musical donostiarra. Recuerdo su primer recital con la Orquesta del Conservatorio de Donostia, tocando Haydn, cuando sólo era una niña. Se quedó en blanco y terminó el concierto bañada en lágrimas. ¿En qué ha cambiado aquella niña prodigio?

Yo no me he sentido una niña prodigio jamás. Sí que me gustaba el piano, pero fui siempre una niña feliz y muy normal. Estudiaba mis veinte minutos diarios, y me iba a jugar. Ni mis padres ni nadie de mi familia es músico, y siempre quisieron que yo tuviera una infancia normal. Por eso, aunque he tenido facilidad para el piano, no ha sido el centro de mi vida. Algunos pianistas han tenido una infancia difícil por no saber discernir sus familias qué era lo realmente importante. Pero yo tengo suerte y mi familia me ha adorado a mí, no al piano.

¿Cuál fue su experiencia con sus profesores y en qué le influenció cada uno de ellos?

Todo fue una cadena muy coherente, desde Laurentino Fernández, que me puso sobre el escenario con 8 años, hasta los tres años y medio que me pasé estudiando en Munich como una loca, con Suchanov. Él me enseñó a ser muy constante, con ese método ruso tan duro. Llegaba a tener clases de tres horas con él. Tras esos tres años y medio decidí volver, y ahí fue cuando empecé a tener menos regularidad en la enseñanza. Sigo dando clases cuando lo necesito, pienso que es muy imporante porque todavía soy muy joven y espero mejorar mucho más. Hay que tener muy claro en qué punto estás y nunca pensar que ya lo sabes todo, porque cuando crees que tienes algo es realmente cuando lo pierdes.

¿Hacia dónde le gustaría dirigir su carrera? ¿Va a insistir como solista o le interesa también la música de cámara o el acompañamiento?

Yo voy a luchar por lo que estoy haciendo ahora, que es dirigirme hacia una carrera de solista. Eso no significa que no me guste la música de cámara. De hecho, en Peralada he tocado junto a un cuarteto de cuerda, y es un gusto no estar siempre sola sobre el escenario. Pero ahora lo más importante para mí es enfocar mi carrera de manera solista e ir a por ello. Es un mundo muy difícil, porque a veces confían en ti y otras veces no, pero yo soy de las que piensan que si luchas por ello puedes conseguirlo. Siempre por el buen camino, claro, siendo honesto y trabajador. Ahora estoy empezando a tener suerte y confío en que siga así, que haya altibajos pero que siga adelante.

La vida de un solista de piano puede llegar a ser muy dura, siempre viajando.

Yo quiero ser feliz y tener presente a mi familia, que es muy importante para mí. No puedo imaginar una vida sin mi gente, porque ellos son los que me apoyan y me dan la fuerza.

Dicen que se la da muy bien tocar a Chopin. ¿Le interesa algún repertorio en particular? ¿La música contemporánea, por ejemplo?

Chopin me encanta. No podría quedarme sólo con un compositor, pero Chopin es sin duda uno de los más grandes compositores para el piano. En mis conciertos, siempre que me dan a escoger, tiro hacia el repertorio romántico y de principios del siglo XX, desde impresionismo a música rusa. Pero también me gusta hacer otras cosas, como el monográfico Bach que hice en el Música-Musika de Bilbo. Todo me enriquece, pero si me das a elegir, me siento más cómoda con ese repertorio. En cuanto a la música contemporánea, me cuesta un poco. No es lo que me llena.

Acaba de inaugurar su propio blog en su página web. ¿De qué va a hablar desde esa tribuna?

Lo del blog me lo propusieron los autores de mi página web. Al principio no lo tenía muy claro, pero al final dije «por qué no, puede ser algo muy bonito». Escribo sobre las sensaciones que tengo antes y después de un concierto, de los sitios que visito en mis viajes, de la gente con la que toco... Creo que está bien, porque te acerca un poco más a la gente, que puede ver qué tipo de persona eres. La música clásica siempre ha sido un mundo un poco distante entre público y artistas, pero con las nuevas tecnologías podemos intentar estar un poco más cerca.