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Yemen roza la crisis humanitaria mientras el conflicto se enquista

Expertos internacionales advierten de que la escalada de tensión en Yemen no es un hecho aislado y podría enquistarse, mientras el país se encuentra al borde de una crisis humanitaria con alrededor de 130.000 desplazados que huyen de los combates. La comunidad internacional ha vuelto a demostrar su ineficacia y se limita a seguir apelando a un alto el fuego de las partes enfrentadas.
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Analistas internacionales han advertido de nuevo del gravísimo conflicto en Yemen entre Gobierno y rebeldes huthi, que las autoridades de Sana'a enmarcan dentro de un triple enfrentamiento entre el Ejército, los combatientes islámicos del norte y los secesionistas del sur del país, que ha causado hasta el momento miles de víctimas y más de 100.000 desplazados ante la incapacidad de la comunidad internacional para detener el derramamiento de sangre.

De momento, los enfrentamientos entre el Gobierno yemení y los rebeldes chiíes huthi continúan, incrementando la inestabilidad en uno de los países más pobres de la península arábiga, que ve cómo sus reservas de petróleo se están agotando a gran velocidad, proporcionalmente a su explosivo aumen- to de población.

Los rebeldes, que operan resguardados en terreno montañoso, están liderados por Abdul Malek Al-Huthi y abrazan la rama zaydista del Islam, no excesivamente radical. En realidad, se declaran un grupo nacionalista que lucha contra «la política de discriminación» de los ciudadanos del norte de Yemen, en la frontera con Arabia Saudí. Las autoridades les acusan de querer restaurar un régimen clerical como el que prevaleció en Yemen hasta 1962.

«El Gobierno ha intentado relacionar las tres crisis, los secesionistas en el sur, los huthi y Al-Qaeda, como si fueran un eje doméstico del mal», según el experto de la universidad de Princeton, Gregory Johnsen, quien no advierte evidencia alguna de una posible conexión entre los rebeldes y la red liderada por Osama bin Laden, salvo en algunas exhibiciones «puramente retóricas y de propaganda».

Problema humanitario

La provincia norte de Saada, cerca de la frontera saudí, es absolutamente inaccesible para los foráneos salvo las agencias de ayuda. Todos los días, la población de la región vive atemorizada por el vuelo de los aviones de combate MiG durante sus misiones de bombardeo.

Son dos millones de personas cuya crítica situación rara vez sale a la luz dado el «apagón mediático» que impide conocer con precisión el nivel de violencia en la frontera. Sólo se tiene constancia de vagas cifras que hablan de «centenares de muertos y heridos» desde el reinicio de las hostilidades el mes pasado.

La ONU proporciona cifras de desplazados un poco más precisas. El viernes anunció que más de 100.000 personas habían abandonado sus hogares, el prolegómeno de «una crisis humanitaria», mientras los mediadores internacionales, con Qatar a la cabeza, parecen incapaces de poner fin al enfrentamiento.

La UE expresó esta semana su «preocupación» por la escalada de violencia y llamó a un alto el fuego «inmediato».

Y mientras, el Gobierno insistía esta semana en enviar refuerzos a la montañosa provincia de Saada para poner fin a lo que calificó de «guerra sistemática».

Su ministro de Exteriores, Abubakir Al-Qirbi, acusa a los rebeldes de interpretar el acuerdo de alto el fuego del año pasado como un «signo de debilidad» que terminó desencadenando la última ronda de combates. «Han sido los huthis quienes han comenzado, porque lo que menos necesita el Gobierno es otro conflicto con ellos», explicó.

Los rebeldes huthi rechazaron este mes la oferta de alto el fuego del Gobierno. El líder rebelde indicó que la oferta sólo tenía buscaba «incitar a error a la opinión pública», y acusó al Gobierno de no intentar buscar una verdadera solución al conflicto. Al-Huthi aseguró que su grupo «está comprometido con la opción de la paz», pero que apeló al legítimo derecho a la defensa ante las agresiones.

Oídos sordos

El Gobierno mantiene que, durante el período en vigor del alto el fuego, ha evitado en la medida de lo posible enfrentarse a los rebeldes. Sin embargo, los analistas denuncian que ha ignorado las peticiones de la comunidad internacional para detener los bombardeos sobre el norte del país, que son ineficaces en su mayor parte ya que lo único que hay al descubierto en Saada son poblaciones civiles.

Este enfrentamiento tiene sus raíces históricas en 1962, cuando fue derrocado el imanato zaydi. Desde entonces se han registrado en el país tensiones sectarias entre los chiíes zaydi y los salafistas suníes inspirados, y presuntamente financiados, por Arabia Saudí.

Miles de desplazados luchan ahora por sobrevivir

Decenas de miles de desplazados yemeníes que huyen de los combates en el noroeste del país se enfrentan ahora a otra batalla, la de sobrevivir.

Si son afortunados pueden llegar a un campamento montado por el ACNUR cerca de Al-Mizreq, a 100 kilómetros del lugar de los combates, en la provincia montañosa de Saada. Para llegar a él, los desplazados tienen que caminar decenas de kilómetros, con hasta 45 grados, y pasar varias noches a la intemperie. Han tenido que abandonar sus casas, propiedades y ganado por los combates reiniciados el 11 de agosto.

Según cifras oficiales, unas 130.000 personas han abandonado sus casas desde el comienzo de la ofensiva militar contra los refugios de los rebeldes.

Decenas de familias se dirigen a diario al campamento de Al-Mizreq. La mayoría provienen de Al-Malahit y Razeh, donde los combates se intensifican día a día.

La crisis de los desplazados empezó el primer día de la ofensiva. Son los civiles los que han pagado el precio de la operación, ya que los seguidores de Abdul Malek Al-Huthi, que se calculan en unos 10.000, se han refugiado en sus pueblos y granjas.

El ACNUR dice que la situación de los refugiados en Al-Mizreq es mejor que la de los miles de yemeníes que se han quedado atrapados en la zona de conflicto.

Además, otros 9.000 refugiados en el campamento de Al-And, en el extremo norte de Saada, viven en un estado pésimo, ya que las agencias de ayuda humanitaria no han podido llegar al lugar por su cercanía de los enfrentamientos. GARA

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