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Perfil | Yukio Hatayama

Un lento escalador que ha hecho cima por la vía más rápida

El nuevo primer ministro in pectore de Japón ha llegado a la cúspide del poder compaginando el tradicional ascenso gradual por el escalafón de los clanes políticos familiares y la ruptura que ha supuesto el inusitado crecimiento del Partido Democrático de Japón (PDJ), fundado apenas hace trece años.

Visto el abrumador respaldo que obtuvo en la jornada de ayer, Yukio Hatoyama dispone de cuatro años para cumplir una de sus promesas que mejor acogida han tenido entre el electorado: la de poner los pilares para refundar el sistema político, basado hasta ahora en una clara dependencia de la financiación de los partidos por parte del mundo empresarial y en el clientelismo impuesto por los clanes familiares.

Sus oponentes en la carrera electoral no han dejado de destacar que es un producto ejemplar de ese mismo sistema que tanto critica, pero él se defiende recordando que, cuando decidió entrar en política, eligió un distrito que la familia Hatoyama no controlaba directamente.

Pese a sus 62 años y a esa trayectoria ligada al hegemónico PLD, el candidato del PDJ ha aparecido ante la ciudadanía como un representante de lo nuevo, sin demasiados lastres del pasado sobre sus espaldas, ya que otro de los elementos que han destacado, en negativo, sus rivales es su falta de experiencia en cargos públicos.

No obstante, es difícil observar rastros de bisoñez política en quien es nieto de un primer ministro -rehabilitado por las autoridades de EEUU que tomaron el control del país tras la II Guerra Mundial tras haberle privado de sus derechos políticos- e hijo de un ministro de Relaciones Exteriores. Es más, su abuelo fue fundador de uno de los partidos que, al fusionarse, formaron el PLD. Paradójicamente, otro Hatoyama ha sido el que ha provocado un terremoto que amenaza con destruir los cimientos del partido que ha gobernado durante el último medio siglo en Japón.

Fuera del país, el futuro primer ministro ya ha sido comparado, como no podía ser de otra manera, con el presidente estadounidense, Barack Obama, ya que se le presenta como el seguro artífice del «cambio» esperado por una población que percibe la crisis económica como un peligro real para el sistema social levantado durante las últimas décadas. Desde luego, sus promesas han ido más allá de los simples retoques en los grandes temas, pero lo que queda por ver es hasta dónde está dispuesto a llegar. Durante la campaña ha llegado a plantear un «cambio de régimen» para poner fin a la «era de control de los burócratas». Para lograrlo cuenta con una amplia mayoría en las dos cámaras que componen la Dieta Nacional (Kokkai), pero la ciudadanía le recordará, sobre todo, su promesa de que trabajará «para mejorar la vida de la gente».

Y en este capítulo las cosas son más claras de entender: ha prometido rebajar el costo de la educación, eliminar peajes en las autopistas y reducir el índice del trabajo temporal... todo ello sin aumentar los impuestos que gravan a la mayoría de la población.

También se espera, con mucha expectación por parte de los analistas internacionales, que dé un nuevo giro a las relaciones con EEUU. La derrota militar tras los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki no son sólo un recuerdo difícil de borrar en la memoria de los japoneses. Washington mantiene desplegados a más de 40.000 efectivos en el archipiélago, y lo hace a costa del erario japonés.

En cuanto a su perfil personal, Hatoyama, casado y con un hijo, se presenta como un

apasionado de internet; aficionado al béisbol, el fútbol americano y el tenis; domina el inglés, ya que estudió en una universidad de EEUU; y le gusta la música -llegó a grabar un disco con su hermano- y acudir a los karaokes.

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