Vi la luna llena y me pareció que lloraba. Supongo que de risa. Nos han ofrecido unas imágenes de las pisadas de un astronauta y aseguran que eso confirma que estuvieron allí aquellos hombres que tantas dudas han provocado desde ese momento estelar que aseguraron era «un gran paso para la humanidad». Sería un gran paso, pero nadie nos ha dicho hacia donde. Aquí seguimos en la tierra acumulando tecnología y más desinformados que jamás. Estamos en una nueva edad media, pero en esta ocasión digitalizada, y vemos como se montan cruzadas de cercanía, de medio plazo y globales.

Ahora toca la prostitución en las calles y aparece el germen del racismo, de la desigualdad, de la cruzada anti vicio como excusa para la defensa de la especulación inmobiliaria. Quizás sería necesario hacerse un pegunta minimalista, tonta, ingenua, pre filosófica, ¿por qué existe la prostitución? Mal enunciado, forma parte del pensamiento dominante, no existe la prostitución existe la persona que se prostituye y la persona que prostituye, es decir existe quien ofrece sexo a cambio de dinero y quien utiliza su dinero para obtener sexo a cambio. Podríamos acercar un poco más la lupa: existen personas que encuentran el dinero para su subsistencia vendiendo sexo y quienes compran ese sexo con los remanentes de su capital.

Menuda homilía laica. Lo cierto es que de repente los medios de comunicación se hacen eco, o patrocinan (recuérdese a todos loa callejeros que en el mando a distancia se encuentran), cruzadas que acaban siempre convertidas en campañas partidistas y que una a una podrían parecer casuales y que hemos llegado a la conclusión de que son causales, que forman parte de una estrategia que pretende acortar todas las libertades, que generan campos de pensamiento reaccionario desde donde operar contra la inmigración, por poner un ejemplo o que llevado a una versión planetaria se trata de presionar para que prevalezca un modelo económico, religioso, estructural e ideológico de sociedad, y si hace falta se utilizan los bombardeos, la infantería de los visitadores religiosos puerta a puerta y los medios de comunicación como agentes propagandísticos.