El director Judd Apatow ha aguantado el tirón cuatro años porque, una vez que te señalan como el rey de la comedia, estás muerto. Ya le pasó en los años 80 a John Hughes, del que ahora no se acuerda nadie. Apatow se ha quemado de tanto prodigarse como productor y guionista en tan poco espacio de tiempo, aunque en la dirección se ha caído con todo el equipo en su tercer largometraje, tal vez antes de lo esperado. «Hazme reír» es un fiasco total y a la larga va a suponer una pesada losa, debido a su condición de ambicioso proyecto que pretendía otorgar al género del humor una seriedad e importancia que nunca tuvo. El objetivo se revela imposible a las primeras de cambio, pero lo grave es que la película dura dos insoportables horas y media, a todas luces excesivas para una comedia, por muy existencialista y amarga que pretenda ser. Hasta el habitual reparto de la factoría Apatow está mal, con un Adam Sanlder y un Seth Rogen que dan grima por culpa de unos personajes mezquinos y deficientes a partes iguales.

Tampoco aporta nada nuevo de interés al filón de películas que reflexionan sobre el oficio de humorista, palideciendo ante títulos clásicos como «Lenny» de Bob Fosse o «Man on the Moon» de Milos Forman. Su mirada va dirigida hacia los monologuistas y cuentachistes, pero completamente centrada en una modalidad norteamericana muy concreta, la que gira por entero alrededor de un humor falócrata en el que todas las gracias tienen que ver obsesivamente con la genitalidad masculina. Uno acaba hasta los mismísimos de tanta masturbación mental, indicativa del modo de ser inmaduro de una sociedad enferma y onanista. El desarrollo de «Hazme reír» es tan reiterativo en ese sentid que, si lo que quería Apatow es que sintiéramos pena por los protagonistas de su película, realmente lo consigue pero de la peor manera posible. Son tan patéticos en su incapacidad para hacer reír que únicamente provoca la carcajada la aparición de un médico con acento extranjero de película de espías mal doblada.