Maite UBIRIA I Kazetaria
Los indígenas de la República y el defensor de derechos
El Ministerio de Justicia, en el que ejerce Michèle Alliot-Marie, ha presentado al Senado francés un proyecto de esos que dan muy buena prensa. La ex ministra de Interior quiere crear la figura del Defensor de Derechos.
Y su argumento no tiene desperdicio: el nuevo puesto responde al poco éxito de público del llamado mediador de la República y de la comisión creada «ad hoc» para velar por las buenas prácticas en el seno de los cuerpos de seguridad franceses.
Faltan denuncias en estamentos gubernamentales, no en los informes de Amnistia Internacional o del Consejo de Europa, que amonestan de forma periódica al Estado francés por los actos de violencia que se registran en sus cárceles y comisarías.
No es de esperar que el nuevo empleado de Alliot-Marie coseche grandes éxitos, porque, como su predecesor, carecerá de competencias reales para cuestionar la sangría de libertades que se vive en el Hexágono.
Hortefeux, a la sazón sucesor de Alliot-Marie, tiene sobre la mesa al menos dos casos calientes. El primero, el de Abou Bakari Tandia, muerto el 6 de diciembre de 2004 en la comisaría de Courbevoie. La repentina aparición de un parte médico extraviado ha permitido desmentir la versión de que el detenido se autolesionó golpeándose contra una puerta.
Ese informe, unido a un peritaje que confirma que, efectivamente, no hay ser humano capaz de romper a patadas una cámara de grabación situada nada menos que a 4 metros del suelo, ha devuelto el caso en los tribunales. Cosa distinta es que los custodios de Bakari terminen por calentar banquillo.
El segundo caso data del pasado 11 de junio. Ese día un ciudadano argelino de 69 años de edad, Ali Ziri, murió en el hospital de Argenteuil, tras pasar tres días antes por comisaría. Con un parte médico que corrobora las lesiones, la familia y vecinos del fallecido combaten a pie de calle para que se haga justicia.
Alliot-Marie se ha sacado de la chistera a un Defensor de Derechos, pero es dudoso que entre sus competencias figure proteger a los «indígenas». Ya habiten estos en el extrarradio de París o en la villa labortana de Ahetze, de la que desde hace cinco meses falta un vecino, Jon Anza, desaparecido de esta República.