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DEIA I Enrique Curiel 2009/9/9

El difícil arte del bisturí

(...) Se confirma una obviedad: la erradicación de la violencia no es un asunto sencillo, su deslegitimación tampoco y, además, todo lo ocurrido demuestra que «ETA está viva», como afirmó Alfredo Pérez Rubalcaba.(...)

El sentido simbólico de los atentados de Mallorca no ha sido menor y no me refiero al turismo. A veces, sin desearlo, resultamos un poco cutres y resultaba patético ver a altos responsables políticos realizando consideraciones sobre el impacto de los atentados en el turismo balear cuando los cuerpos de los dos guardias civiles todavía estaban calientes. Hay que saber mantener los nervios serenos, aunque sean nervios económicos.

(...) ¿qué queremos decir con «deslegitimación» en sus diferentes vertientes? Parece evidente, aunque nada haya evidente en estos asuntos, que se trata de desarrollar una estrategia inteligente, trasversal y constante que reste legitimidad, esto es, razones de existencia y justificación a ETA y a los violentos. Se trata de restarles base social, militancia y argumentos para que la placenta no salga fortalecida. (...) ETA ha hecho creer a una parte de la sociedad vasca desde hace décadas, y el franquismo facilitó el mensaje, que el problema de Euskadi es España y que tal cuestión sólo se puede resolver a través de la violencia. Se trata, precisamente, de romper la idea de que la violencia es el único camino para resolver los conflictos entre Euskadi y el Estado. Y eso no lo hacemos sólo con la Policía y los jueces.

(...) Comparto la tesis de no dejarles a los protectores y protagonistas de la violencia resquicios de impunidad. Pero lo ocurrido en las fiestas de una buena parte de las ciudades y pueblos de Euskadi durante el verano merece que los responsables políticos se sienten a reflexionar. Seguro que yo estoy equivocado porque carezco de la información a la que ellos tienen acceso, pero ¿estamos acertando? Porque quizás sea el momento oportuno de revisar, con todas las cautelas necesarias, la política de dispersión de etarras y acercarlos a prisiones del País Vasco. ¿No le quitaríamos a ETA una de sus principales banderas de movilización? ¿No sería una forma de deslegitimar a los que utilizan a los presos para darle oxígeno social a ETA? ¿Qué podría pasar? ¿Qué peligros corremos? Porque, en el fondo, las escenas de las disoluciones de los manifestantes en Donosti, Bilbao o Gernika, favorecen la expectativas de la izquierda abertzale.

(...) Ha resucitado el asunto del final dialogado con ETA. «Mientras ETA no desaparezca, Batasuna nunca volverá a estar en una institución aunque condene la violencia y tampoco habrá diálogo». Claro que no es decir mucho porque el día que ETA desaparezca lo que menos nos preocupará es el futuro de Batasuna. Comprendo bien a Rubalcaba. Y el argumento es de peso en el sentido de no dejar abierta la puerta de la negociación de manera indefinida y permanente esperando a que nos llamen a través de las treguas. Pero no es menos cierto que cerrar la puerta a cualquier diálogo y a lo que fue el eje de los Pactos de Madrid y de Ajuria Enea sobre el final dialogado refuerza al sector mas duro de la banda al permitirle afirmar que no hay ninguna posibilidad de hablar, que no de negociar (...).

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