Mikel INSAUSTI

Nunca entenderé las películas que dan vueltas alrededor de un tema cerrado para acabar en el mismo sitio donde empezaron, y “La clienta” es de esas comedias que no avanzan hacia ninguna parte. La única conclusión a sacar es la de que la vida sigue igual o, en su defecto, también cabe pensar que Josiane Balasko es una actriz que se ha hecho mayor y no tiene cosas nuevas que contar, como autora del género que conoció el éxito con “Felpudo maldito” sin volver a repetirlo. Ella se reserva delante de la cámara un papel que a simple vista parece pequeño, aunque, llegado el desenlace, es su personaje el que sale más favorecido por la diosa fortuna. Las tortas, en cambio, se las lleva la protagonista, una fría Nathalie Baye a la que el destino nunca trata bien en lo sentimental. Es el precio que tiene que pagar por ser una mujer madura e independiente, concentrada por entero en una actividad profesional que no le deja tiempo material para los romances, prefiriendo la comodidad de pagar a cambio de tener sexo. Cuando por fin decide comprometerse con el que es su «gigoló», éste decide volver con su mujer e hijos, de acuerdo con el orden convencional de las relaciones afectivas.

 

Josiane Balasko hace trampa y gana la partida, instalada en el cometido de la hermana que sí encuentra el verdadero amor a sus casi sesenta años, mientras que la otra ha de resignarse por culpa de su sentido práctico y carácter escéptico. De este modo, el romanticismo se ve recompensado y el mundo sigue girando al ritmo de los corazones atravesados por una flecha. Vence la que se mantiene virgen, entendiendo por tal a la que se reserva para su príncipe azul, en este caso convertido en un indio apache que la lleva a su reserva a lomos de su caballo de hierro. No tengo nada contra las idealizaciones, siempre y cuando permitan cambios o pequeñas revoluciones, pero me molestan si únicamente sirven para encubrir posturas conservadoras. Menos mal que la Balasko sigue escribiendo y diciendo muy buenos diálogos.