Crisis en la Unión Europea
Barroso seguirá otros cinco años al frente de la Comisión Europea
El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, único candidato y propuesto por la derecha, fue reelegido para un segundo mandato de cinco años. Tras un balance poco convincente, logró una mayoría absoluta. El ex primer ministro portugués obtuvo 382 votos a favor y 219 en contra en una votación secreta. Aunque el campo conservador le dio su apoyo en bloque, a puertas cerradas mostraban su escaso entusiasmo por esta reelección.
GARA | ESTRASBURGO
El ex primer ministro de Portugal José Manuel Durao Barroso, de 53 años, seguirá al frente de la Comisión Europea durante cinco años más. Pese a las críticas recibidas por la gestión de la crisis económica y sus recetas neoliberales, rebajadas para lograr in extremis el apoyo de los más críticos, ayer vio renovado su mandato en gran parte por la falta de un candidato alternativo. Tras una votación secreta, que debía haberse producido en julio, obtuvo 382 votos a favor, 219 en contra y 117 abstenciones.
Propuesto por la derecha, recibió el apoyo mayoritario del Partido Popular Europeo (PPE) -su familia política y principal grupo del Parlamento de Estrasburgo- y de los conservadores euroescépticos -británicos, checos y polacos- que formaron un grupo aparte por su oposición al Tratado de Lisboa. Los liberales, que al inicio del verano se oponían a su reelección, terminaron apoyándole, aunque a cambio de una serie de promesas.
La mayor parte de los eurodiputados socialdemócratas portugueses y españoles también le respaldaron siguiendo la línea oficial de sus respectivos gobiernos y desmarcándose de la postura del Partido Socialista Europeo, que era la abstención.
Los del Estado francés, por ejemplo, votaron en contra alegando que «Barroso nos ha mostrado que le faltaba valor en los momentos críticos», resaltó su líder, Catherine Trautmann. Así lo hicieron también los Verdes, la Izquierda Unitaria y algunos europarlamentarios de varios grupos a título personal.
Con este resultado en la mano, evitará una segunda votación si finalmente entra en vigor el Tratado de Lisboa. Según este texto, el presidente necesita la mayoría absoluta.
Nada más conocerse su reelección, se comprometió a trabajar junto a «todos los grupos políticos que quieren una Europa de solidaridad y libertad. Como presidente de la Comisión, mi partido será Europa y todos los que me quieran acompañar en la aventura que es la construcción de una Europa unida. Intentaré establecer acuerdos con todos ellos. Estoy orgulloso del resultado», comentó tras varios meses de incertidumbre. Los grupos críticos le forzaron a presentar por escrito un esbozo de su programa y acudir a la Eurocámara a defenderlo.
Así, a principios de mes publicó grandes orientaciones e hizo promesas para agradar a los partidos más reticentes, entre ellas, la revisión la Directiva de Tiempo de Trabajo, que permite al patrón negociar individualmente con el trabajador semanas de hasta 65 horas laborales.
Durante todo el proceso, su imagen ha quedado empañada. Los estados de la UE dejaron planear la duda, antes de apoyarle de forma unánime.
Incluso el martes, víspera de la votación, algunos eurodiputados le desafiaron al tachar su gestión de poco convincente y acusarlo de ser demasiado servil con los grandes capitales. Hasta el jefe de su partido conservador, el francés Jospeh Daul, precisó que no dispone de ningún «cheque en blanco».
En el campo conservador, algunos diputados confesaron ayer en privado que aprobaron a Barroso pero sin entusiasmo.
En público, las declaraciones eran de otra índole. El presidente del Parlamento de Estrasburgo, el polaco Jerzy Buzek, se alegró de que «ya no hay vacío político en Europa».
Para el primer ministro sueco, Fredrik Reinfeldt, cuyo país preside la UE, esta reelección aportará «estabilidad».
Barroso podrá ahora pensar en la composición de su futuro equipo de comisarios y en otros puestos clave en la UE. Según él, «habrá que esperar el voto por referéndum de los irlandeses» sobre el Tratado de Lisboa el 2 de octubre antes de que se produzca cualquier nombramiento. «Pero, esto no impide contactos informales con jefes de Estado y de gobiernos», apostilló.
Barroso, primer ministro de Portugal de 2002 a 2004, empezó en Bruselas con un programa claramente liberal, defendió la directiva Bolkestein sobre la liberalización de los servicios, y abogó por «legislar menos y mejor».
Muchos de sus detractores han comparado a Barroso con un camaleón ya que a lo largo de su recorrido político ha protagonizado varios cambios de rumbo. Miembro en la década de los 70 de un movimiento maoísta durante la época de la Revolución de los Claveles en Portugal, cambió de bando a partir de 1980 al ingresar en el Partido Social Demócrata, de centro derecha, antes de defender un credo liberal al llegar a la cabeza de la Comisión Europea en julio de 2004.
«Cuando habla a los socialistas, es socialista. Cuando habla a los liberales, es liberal y cuando habla a los Verdes, se hace pasar por ecologista», subraya el jefe del Grupo Socialista en el Parlamento de Estrasburgo, el alemán Martin Schulz. Otro reproche recurrente es que se guía por los grandes estados. «Europa necesita a alguien que dirija y no a alguien que llame a Francia y a Alemania para saber qué hacer», añade el presidente del Partido Socialista Europeo, Nyrup Ramsmussen.
En 2003, hizo de anfitrión en la cumbre de las Azores, fotografiándose con George W. Bush, José María Aznar y Tony Blair, quien impulsó su candidatura.GARA
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