Maite Ubiria Periodista
El frenesí policial carga de razones al club de los refractarios
El investigador del CNRS francés, Laurent Mucchielli, ha publicado un trabajo en el que habla con inusitada claridad sobre las connivencias que se esconden tras el régimen securitario impuesto por Nicolas Sarkozy.
Hay abundante literatura sobre las razones que impulsan al presidente de la República, pero tanto periodistas como estudiosos se muestran bastante más comedidos a la hora de llevar las responsabilidades fuera de las paredes del Elíseo.
Siguiendo la pauta de análisis que sugiere el sociólogo, deberíamos entender que los desmantelamientos de campamentos de extranjeros en Calais, al igual que otras actuaciones policiales de fuerte impacto político-mediático, se producen en razón de «un calendario que se ajusta a las necesidades del Gobierno».
Deberíamos inferir, a renglón seguido, que agresiones a derechos fundamentales como la vivida en «la jungla», y otros episodios propios de una deriva represiva, como el fichaje masivo de muestras de ADN que ha permitido a la Policía hacerse hasta la fecha con datos genéticos de un millón de personas, no serían tan abordables para el Estado de no existir un «discurso doblegado» de parte de la izquierda institucional francesa.
Si partimos de la base de que el PS mantiene a día de hoy vigente el análisis de que Jospin se hundió en las presidenciales de 2002 por no mostrarse suficientemente firme en el discurso securitario, no cabe albergar mayor esperanza sobre una actuación más decidida de la socialdemocracia francesa en defensa de las libertades políticas.
Pero leamos a Mucchielli hasta el final. Si los medios de comunicación no se condenaran a sí mismos a la dictadura de la inmediatez y fueran capaces de superar el horizonte de «las 24 horas», dejaría de verse como natural que un presidente se valga de un prime time televisivo para condenar, en pleno juicio, a un oponente al que él mismo ha sentado en el banquillo.
Al igual que los insumisos al fichero de ADN, urge multiplicar los clubes de refractarios, de gentes activamente desobedientes a un Estado, con perdón, bulímico, que abusa del fotoshop hasta deformar la realidad y luego solventa los defectos que proyecta ese falso retrato generalizando el castigo social.