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La realidad siempre supera a la ficción y para muchos lo lejano resulta más fácil de comprender

Ayer finalizó el Zinemaldia de Donostia, un festival que ha dejado películas de desigual calidad y algunas imágenes cuando menos desconcertantes. Como, por ejemplo, aquella en la que los responsables del certamen se solidarizaban con la disidencia iraní, que recientemente denunció el supuesto pucherazo electoral con carteles que inquirían «Where is my vote?». Imagen sorprendente si tenemos en cuenta que el Zinemaldi se desarrolla en un lugar en el que la representación política en las distintas instituciones no concuerda con el resultado de las elecciones porque sucesivamente diferentes fuerzas políticas de la disidencia vasca han sido ilegalizadas por los poderes centrales del Estado español. Termina así una semana en la que, como se suele decir a menudo en relación al 7º arte, la realidad ha superado a la ficción.

La memoria no se instaura por ley

Tanto la gran historia épica sobre Euskal Herria como el documental histórico definitivo sobre su sufrimiento no han sido aún filmados. Mientras, la historia sigue corriendo. Hoy se cumplen 34 años del fusilamiento de los militantes de ETA Jon Paredes Manot, Txiki, y Anjel Otaegi, junto a otros tres militantes antifascistas del FRAP. Nadie en Euskal Herria se atreve a justificar públicamente aquellas muertes, pero sin embargo los tribunales españoles no tienen empacho en prohibir los actos de homenaje que en el marco del Gudari Eguna se han celebrado este fin de semana en Euskal Herria. Sólo en Euskal Herria, porque en el Estado español apenas nadie tiene el coraje de rememorar esta fecha. Un dato cultural y políticamente significativo, que ofrece una visión clara de por qué son tan diferentes estas dos sociedades. También explica en parte por qué en la sociedad vasca una gran parte de sus ciudadanos tienen como prioridad política lograr la independencia de un Estado donde la preocupación de las masas pueden ser los libros de texto que se utilizan en Euskal Herria, pero donde ningún niño en edad escolar conoce quiénes son Txiki y Otaegi. Ni qué decir de los adultos.

Ilegalizar a las Madres de la Plaza de Mayo

El cine latinoamericano tiene gran aceptación entre el público vasco. Las historias humanas sobre las dictaduras en Argentina, Brasil o Chile reciben siempre una calurosa acogida en Donostia. Para muchos porque existen paralelismos entre esas realidades y la situación, pasada y presente, del Estado español. Para otros porque tienen un increíble capacidad de abstracción.

¿Cómo reaccionaría el espectador vasco medio ante una película que narrase la ilegalización de las Madres de la Plaza de Mayo? Ése es el guión que esta semana ha presentado en sede parlamentaria el consejero de Interior, Rodolfo Ares. Según afirmó están reuniendo «pruebas» para pedir la ilegalización de la asociación de familiares y amigos de presos políticos vascos. Habrá quien diga que no es lo mismo, que en Argentina incluso desaparecieron algunas de las madres. Son las mismas personas que desconocen o niegan que a día de hoy hay cuatro desaparecidos en Euskal Herria. También que van muertos 17 allegados por culpa de la dispersión.

«Die Linke», modelo para la izquierda continental

El director de cine brasileño Glauber Rocha afirmó que «para el cineasta su estética es una ética, es una política. ¿Cómo puede forjar una organización del caos en que vive el mundo capitalista, negando la dialéctica y sistematizando su proceso creador con los mismos elementos formativos de los lugares comunes y mentirosos y entorpecedores?». Esos lugares comunes, mentirosos y entorpecedores de la emancipación de las personas y los pueblos se han sucedido esta semana de cumbre en cumbre, desde New York hasta Pittsburg. Los poderosos utilizan esos encuentros para fingir preocupación por los desfavorecidos y los usurpados, pero las políticas que luego acuerdan inciden en el estado de las cosas.

En el extremo opuesto, hoy se celebran elecciones en Alemania e, independientemente de las posibles coaliciones a las que fuerce el resultado de las mismas, uno de los datos más interesantes será la irrupción masiva en las instituciones de «Die Linke», el partido de contrapoder que ejerce de modelo para la izquierda occidental.

A pesar de que, tras cerca de una década ilegalizada, muchos de los que asistentes a los actos del Gudari Eguna de este año no tendrán referencia directa de aquello, hubo un tiempo en el que Herri Batasuna ejerció ese influjo sobre la izquierda europea. Esa es, entre otras muchas, una de las razones por las que se proscribió a la izquierda abertzale de las instituciones. También es una de las causas por las que la solidaridad con Euskal Herria no termina de cesar, pese a los esfuerzos diplomáticos del Estado.

Por el contrario, las razones para que pese a las ilegalizaciones y la represión la izquierda abertzale siga en el centro del debate político son su dinamismo y su capacidad para realizar ofertas políticas que comulgan con los intereses y deseos de una gran parte de la sociedad vasca, incluso de aquellos que no la apoyan directamente. Sólo así se puede entender el nerviosismo de quien no acepta que alguien se salte el guión impuesto.

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