«Frente al estrés podemos decir que no a las presiones externas»
Catedrático de Psiquiatría de Universidad Autónoma de Barcelona y director del Instituto de Atención Psiquiátrica del Hospital del Mar, ha sido uno de los participantes en las jornadas que la Sociedad Vasco-Navarra de Psiquiatría ha celebrado en Durango bajo el título «Estrés y cerebro».
Joseba VIVANCO |
Cuando alguien dice que está estresado, ¿es el mismo estrés al que se refieren ustedes los psiquiatras?
Claro. La presión exterior que uno recibe es mayor que la que puede superar y, por lo tanto, cuando hablamos de que uno está estresado se refiere a esto. La palabra estrés viene de la fuerza que resiste un material; si eso lo aplicamos a la conducta humana, vemos que estresado se aplica a cuando uno tiene una presión que le parece superior a lo que puede aguantar.
¿Y cuándo se convierte en un problema?
Cuando la presión empieza a desbordar, cuando empieza a perder esa batalla.
¿Y cuáles son esos síntomas que nos avisan?
Son del ámbito vegetativo, sobre todo síntomas físicos de tensión, ese nudo en el estómago, la sensación de ahogo, la dificultad para dormir, la sensación de estar al límite, de ver las cosas más negras, la irritabilidad, la intolerancia, la ira,...
Es decir, que cuando una persona cruza esa línea, se da cuenta de ello...
Sí, porque hay un notable sufrimiento subjetivo.
¿El estrés es también el anticipo de otros problemas?
Sí, un estrés mantenido es capaz de producir problemas en órganos psíquicos, pero también afectación en la memoria y todo lo que tiene que ver con el tema de hipertensión, de patología vascular,...
Estoy estresado. La receta más sencilla sería la de tomarse la vida con más calma. ¿Realmente es tan fácil?
Bueno, es importante darse cuenta de la presión que recibimos de fuera y la que podemos aguantar, y ese equilibrio los seres humanos lo debemos hacer toda la vida. Podemos recibir presiones externas y no tener capacidades para afrontarlas. Y, lamentablemente, quizá, muchas más veces asumimos presiones externas que no deberíamos aguantar. Pero éste es el equilibrio de la vida. Y la cuestión radica no sólo en decir que no, sino también en acertar en aquello a lo que podemos decir que sí y prepararnos para afrontarlo. Insisto, no cabe echar toda la culpa a las presiones de fuera, hay que ver que uno puede decidir no afrontarlas o puede decidir prepararse para hacerlo.
Es decir, que también podemos decir que no y tomarnos la vida con más tranquilidad...
Y en el caso de decir que sí, prepararse para el sí.
No sé si el estrés es también una de esas epidemias silenciosas del siglo XXI...
Siempre ha habido estrés. Los libros ya hablaban hace doscientos años de pacientes que presentaban manifestaciones parecidas, porque el estrés no es más que ese equilibrio entre nuestras capacidades y deseos y lo que el entorno nos ofrece. Hoy, la tecnología nos puede producir estrés, pero antes lo hacía la naturaleza salvaje. Lo mismo que no es el mismo estrés el que tenemos aquí que el de Burkina Faso. Pero no es algo epidémico del siglo XXI, sino que ahora tenemos más capacidad para darnos cuenta. Y ello nos ayuda a prepararnos para afrontarlo. Tenemos más presiones, pero también más capacidades.
Otro tema que usted domina es el de la llamada biometeorología o cómo influye el clima o el tiempo en el estado de ánimo de las personas o incluso en su comportamiento.
Es que que si nuestro sistema de ansiedad, que no es sino cómo responde nuestro cuerpo a los estímulos exteriores, tiene que ver con el entorno, no es de extrañar que sea sensible a la hora de captar los estímulos meteorológicos. Por ejemplo, las crisis de ansiedad tienen una gran relación con el estado del tiempo.
Vamos, que el frío o el calor, el viento sur o la lluvia, nos trastoca lo suyo.
Así es. Tanto el viento como la lluvia, como los cambios estacionales de temperatura o de luz tienen que ver. En Catalunya hemos observado que con días de viento de poniente son más frecuentes los ataques de ansiedad o que con la tramontana las mujeres se veían más afectadas. La lluvia o la humedad tienen que ver, por ejemplo, más con lo relacionado con la ansiedad, mientras que los cambios de estación más con trastornos afectivos. Sabemos que la luz tiene efectos sorprendentes y nosotros hemos utilizado lámparas especiales para tratar la depresión o el decaimiento emocional. El paciente se sienta un buen rato a recibir el impacto de luz de la lámpara cada mañana, al levantarse, para sentirse más animado. La lámpara estimula y hemos visto que la luminoterapia funciona.
«Tanto el viento como la lluvia, como los cambios estacionales tienen que ver con nuestro estado ánimo o con trastornos como la ansiedad»