Como os decía ayer, la decisión del jurado, presidido por el realizador francés Laurent Cantet, no ha sido del agrado de la mayoría de la crítica congregada en el Kursaal. Los silbidos y abucheos se han hecho notar tras el anuncio por parte del mismo del premio concedido a Pablo Pineda como mejor actor. Supongo que él estará contento y la verdad, lo único que, al menos yo, objetaría (si es que hay algo que objetar) es que la suya no es la mejor interpretación masculina que se ha podido ver en la Sección Oficial. Pero como comentar el resultado del palmarés es una cuestión que le corresponde a mi compañero Insausti, voy a quedarme con el funcionamiento y los cambios que se han dado durante esta edición. Una edición marcada por las carencias, consecuencia o no de la tan traída y llevada crisis. Este año hemos tenido un día menos de festival, tan sólo un premio Donostia (en algunas ediciones ha habido hasta tres) y ni siquiera una fiesta de despedida para todo el personal que ha estado estos días allí trabajando (decisión, esta última, que me puede parecer razonable). Pero entre las muchas cosas que han cambiado, está la del ambiente que se creaba dentro y fuera del hotel Maria Cristina, cada vez menos dado a «acomodar» en su interior a la prensa. Y hablando de la prensa, lo que me ha llamado la atención es que medios de comunicación públicos, patrocinadores del festival, no hayan realizado una cobertura del mismo tal y como merece un evento de relevancia internacional. Por otra parte cabe resaltar el buen resultado que ha tenido la apuesta de Zinemira y, como no podría ser menos, Horizontes Latinos. Espero que los esfuerzos imaginativos que hace el equipo del Zinemaldia por mantenerlo en primera división no caigan en saco roto.