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ASTEA MUNDUAN

Israel-Palestina y Honduras, dos escenarios huérfanos de multilateralismo

Dabid LAZKANOITURBURU

Periodista

Obama llegó a la Casa Blanca gracias a una conjunción astral difícilmente repetible. Al estallido de la crisis global se le sumó la emergencia de una crisis imperial, tanto al interior de EEUU (el drama del Katrina como metáfora de un país a la deriva) como en el exterior (Irak y Afganistán).

El presidente ha impulsado una serie de medidas -la última, la marcha atrás en el escudo antimisiles- con las que ha sabido conjugar las expectativas que generó su triunfo con la necesidad de EEUU de cerrar frentes de batalla y buscar así nuevas complicidades y aliados. Su determinación a favor del desarme nuclear se inscribe en ese contexto, en el que Obama se mueve como pez en el agua.

Más problemático le está resultando afrontar desafíos concretos y responder a estrategias basadas en la política de hechos consumados. El caso de Israel y su política de colonización de Cisjordania es emblemático. Como lo es que, tres meses después, los golpistas hondureños sigan en el poder.

Ocurre que «aprender es libre» y Zelaya (¿o será mejor decir Brasil?) ha aprendido la lección sacando la crisis de su lenta agonía con todo un golpe de efecto. Irán hace lo propio desde hace años intentando situarse en una posición de paridad con Israel y su arsenal nuclear.

Mejor haría Obama en dar un puñetazo encima de la mesa y tratar de ordenar la casa. La propia y la de sus históricos aliados (desde los sionistas hasta los gorilas hondureños). Eso daría mucho más crédito a sus llamadas al multilateralismo.

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