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Mertxe Aizpurua Periodista

Discriminación, cine y buen rollito

Si lo explicaran con más detalle quizá entendería mejor el beneficio resultante de aumentar las ayudas públicas al cine realizado por mujeres en el Estado español. Es uno de esos casos en los que no termino de ver clara la necesidad de la discriminación positiva en un terreno que, al menos en principio, debería ofrecer el mismo punto de partida a las mentes creadoras, al margen de si el talento se cobija en cuerpo de hombres, mujeres, transexuales o travestis. Bueno, ni siquiera. Lo entendería más si las ayudas se concedieran a estos dos últimos colectivos humanos. Y, naturalmente, lo entendería del todo si las subvenciones fuesen mayores para quienes -sean hombres, mujeres o todo lo contrario- aspiran a dirigir su primera obra. Ésta sería una discriminación positiva congruente. Tan coherente y justificada como eliminarlas de cuajo a quienes ya se han consagrado y forman parte del engranaje industrial del cine. Puestos a sugerir y a favorecer la imagen de la mujer en el séptimo arte, quizá sería más eficaz incentivar la eliminación de estereotipos recurrentes en la gran pantalla que empiezan a resultar un tanto cansinos: la mujer es madre o puta o maltrecha desesperada. Aunque casi es peor la moda del buen rollito femenino: esas películas de mujeres, casi todas en estado de ansiedad permanente, que hablan aceleradas y caminan más deprisa, tan desrumbadas y despistadas que no saben si van, vienen o se quedan. Locas encaramadas en el ático de la desesperación, absurdas sentimentales plenas de neurosis femenina, histéricas cuyas tragedias se diluyen tanto en la incongruencia que nos convierten a todas en inválidas emocionales. No, si ya lo dice Almodóvar: es que las mujeres lloramos mejor.

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