Por una vez, y sin que sirva de precedente, ha ganado la Concha de Oro nuestra película favorita. Y no sólo eso, además también ha salido vencedora la actriz por la que apostábamos. Bien está lo que bien acaba, porque soy de los que piensan que un buen Palmarés puede dar relumbrón a una edición apagada. En años anteriores Jurados incompetentes se encargaban de deslucir con su fallo estupendas selecciones que merecían un mejor trato, y en el 2009, el de la crisis, ha ocurrido exactamente lo contrario. Pasa como con esas películas aburridas que remontan hacia el final gracias a un desenlace que te deja con un buen sabor de boca. Me voy de Donostia contento y con la sensación del deber cumplido, porque para mi ha merecido la pena esta 57 edición, ya sólo por la consagración del chino Lu Chuan con «City of Life and Death» y por el reconocimiento a una actriz de la categoría de Lola Dueñas; junto a su aplaudidísimo compañero de reparto en «Yo, también», Pablo Pineda, quien se une al belga Pascal Duquenne, que triunfó en Cannes con «El octavo día», en la relación de intérpretes con síndrome de Down premiados por los grandes festivales.

Ya sé que muchos compañeros no compartirán mi alegría y estarán un tanto dolidos porque Juan José Campanella, Ricardo Darín, Guillermo Francella y «El secreto de sus ojos» han quedado excluidos del Palmarés. Pero, después de oír rumores de que Laurent Cantet, presidente del Jurado, iba a barrer para casa favoreciendo a Bruno Dumont y «Hadewijch», no me parece tan mal que haya optado por «Le Refuge», de François Ozon, para el Premio Especial del Jurado. Y si le han dado el de Mejor Director a Javier Rebollo, me imagino que será porque conocen su anterior «Lo que sé de Lola» y saben de sus posibilidades. Son las componendas de rigor a falta de ecuanimidad, y en esta ocasión le ha tocado llevarse la peor parte a la delegación argentina. Pensarán que el merecido éxito de público que cosecha «El secreto de sus ojos» ya es suficiente recompensa.