Donostiako Zinemaldia
La alegría del premiado vuelve largas las noches e intensas las celebraciones
Anartz BILBAO - Itziar AMESTOY | DONOSTIA
Conocido el palmarés de la 57 edición, llegó el momento de felicitaciones y alegrías; al menos, en lo que a los ganadores se refiere. Las valoraciones no se hicieron esperar y mientras algunos esperaban a llegar al hotel Maria Cristina -no sin antes participar en el ensayo de rigor de la gala-, otros de los galardonados mostraron su alegría en la misma sala de prensa -abarrotadísima-, donde se desvelaron las decisiones de los diferentes jurados.
Aunque se trataba de una apuesta arriesgada, e incluso las previsiones apuntaban a otro lado, no sorprendió excesivamente que la Concha de Oro fuera para «The city of Life and Death», por lo menos entre los periodistas y críticos, ya que el propio interesado, el director chino Lu Chuan, confesó estar sorprendido y que le parecía «increíble el premio». No sonó el suyo al recurrente discurso que emula modestia, pues el director explicó que, cuando se enteró de que iba a participar en el Festival de Cine de Donostia, empezó a «leer artículos y vio cómo iba a competir junto a un montón de directores famosos». Su objetivo, entonces, pretendía aprovechar la cita para «enseñar la masacre de Nanjing a todo el mundo». Ni siquiera «había pensado», por lo tanto, en la posibilidad de ganar.
La sorpresa le llegó la mañana de ayer, cuando le insinuaron que «tenía posibilidades». Su valoración del premio, sin embargo, era completamente práctica, en coherencia con la pretensión de su trabajo. Lo dijo claro: «Quería que se conociese lo que ocurrió, porque todo el mundo sabe la historia de los alemanes y el Holocausto, pero muy poca gente fuera de China sabe algo de lo que hicieron los japoneses en China, y en toda Asia». Así, reconoce que un premio en un festival europeo puede servir «para que en Europa se sepa la verdad histórica».
Su visión práctica no quita el lado personal. «Estoy muy contento, he llamado a todo el mundo para decirselo y el equipo se ha alegrado mucho» aseguró, aunque reconoció que se le habían quejado de no «estar conmigo» en Donostia.
La misma película también recibió el Premio del Jurado a la mejor fotografía, que tenía la firma de Cao Yu. «Es mi antiguo compañero de clase, y creó que es uno de los mejores directores de fotografía. Hemos trabajado mucho juntos», desveló Lu Chuan.
Rebollo, Mejor Director
Javier Rebollo (Madrid, 1969), se hizo con la Concha de Plata al Mejor Director, por la película «La mujer sin piano». El director, presente en la lectura del fallo en una sala de prensa abarrotada, declaró que «el galardón premia al cine del Estado español y al propio festival». Según el madrileño, un tanto estirado y muy crítico con cierto tipo de periodistas en sus declaraciones tras conocer el palmarés, «el festival está haciendo una apuesta, desde hace muchos años, por cierto cine que existe en el mapa del Estado español, que inauguró con Cine en Construcción»; y en la presente edición, «este jurado ha legitimado la apuesta del festival».
En la misma línea, apuntó que «hay un comité de selección muy valiente, con gente nueva, que apostó por este tipo de películas», y celebró que en el cine estatal «corre aire fresco y goza de muy buena salud», como demuestra, en palabras de Rebollo, «un palmarés tan lleno de premios para películas del Estado español».
En cuanto a la película «La mujer sin piano», el realizador madrileño apuntó que «es una película de largo recorrido» -se estrenará en diciembre-, pero que vive también de otro público, «a través de pequeños y grandes festivales». Adelantó que ahora viajará a Londres, después a Grecia y más tarde a Estado Unidos. Asumió, de antemano, que es probable que «no rompa ninguna taquilla», pero confió en «la inteligencia del espectador». Respecto al viaje de la cotidianeidad a la excepcionalidad que se puede ver en su película, consideró que «en lo cotidiano está lo extraordinario: todos somos seres insignificantes y todos los premios son mentira, hasta éste».
El premio más emotivo llegó con reconocimiento doble. La pareja protagonista de «Yo, también». No se separaron el uno del otro desde que se dieron a conocer los premiados. Así, Lola Dueñas y Pablo Pineda ofrecían una cariñosa estampa, como el de dos compañeros claramente emocionados. «No llores, que si empiezas acabó yo también llorando», exclamó Lola, mientras ya usaba su pañuelo para secarse las lágrimas. Para la actriz fue emotivo, porque era «el premio que más deseaba del mundo». La razón, que el de Donostia es su festival favorito. Lo cual no es óbice para que se le acaben los objetivos, ni mucho menos: «a partir de ahora, todo».
Aún más sorprendido debía estar Pablo Pineda, que con sus 35 años se convertía en el primer actor con síndrome de Down en obtener una Concha de Plata. «Es como un salto de altura con tirabuzón», bromeó, aunque como actor, se situó por debajo de Ricardo Darín o Robert Duvall, con quienes competía. Por otro lado, comentaba que le gustaría dar «una lección» a la Universidad, para que entiendan que una persona con síndrome de Down puede llegar «a aprender muchas más cosas de las que ellos han presupuesto durante años». Al ser preguntado sobre futuros reconocimientos, como pudieran ser los Goya, los dos actores prefirieron celebrar el dulce momento que tienen ahora. Aun y todo, coincidieron en señalar que esta dulzura no hubiera sido tal «si no hubiéramos llegado juntos».
Fipresci
Fuera de competición intentó situarse Isaki Lacuesta, que con «Los condenados» obtuvo el premio Fipresci que otorga la crítica internacional. «No es como una carrera de coches o motos, que pueden competir entre sí». Aun así, el premio que llega después sí que interesa. En su caso, a Lacuesta le interesaba la confianza que el espectador pueda depositar, de forma más incondicional, al ser un trabajo premiado. «Es un trabajo que necesita de una participación muy activa por parte del espectador», argumentó el director, que no dudó en mostrar su satisfacción minutos después de que se conociera la decisión del jurado. «La gente tiene que ir a verla con cierta generosidad», aseguró, ya que se trata de un trabajo que quiere plantear una reflexión en el espectador. «El que vaya a verla, tiene que ir con la cabeza abierta».
Que al equipo le hizo ilusión no hay duda. La celebración había empezado la noche anterior, cuando conocieron el premio, y por lo que reconoció, todos estaban muy contentos y se alargaron hasta bien entrado el nuevo día. Una vez superado el cansancio de la celebración, tendrá mes y medio para recuperarse, hasta que comience su cuarto rodaje, esta vez en Mali. Mientras, toca disfrutar del premio, como el resto de galardonados.