Raimundo Fitero
Verificación
Las teorías basadas en los supuestos más tópicos se van cumpliendo con una frecuencia demasiado cíclica como para abandonarse a la casuística. Salvemos a Jordi Évole y su «Salvados» que ha logrado vida propia, entidad, audiencia y continuidad, es muy raro, o no es nada frecuente, que un artista catapultado como un perfecto actor de reparto en un programa televisivo, cuando se lanza al ruedo en solitario alcance la gloria inmediata. Acaba de verificarse esta teoría básica con Berto, al que todos aplaudíamos con sus colaboraciones en Buenafuente, que ya tuvo sus dificultades serias cuando sustituyó en el verano a su tío y conductor principal y que ahora en solitario, con «El programa de Berto» ha sido malquerido por las audiencias y ya ha pasado a mejor vida en la parrilla, es decir, que va camino de la desaparición total previo paso por el limbo del cambio de día y horario.
Los programas que funcionan bien, con un conductor que catalice toda la marcha, Buenafuente, Sardá, por ejemplo, logran rodearse de colaboradores que van creciendo, precisamente a su lado. Cuando los medios de comunicación le dan mucha cancha, le agobian de elogios, se intenta hacer de ellos otro producto, y casi nunca logran ni la mitad de la entidad que tenían de colaboradores. Y es que hay cómicos que son buenos para una intervención de diez minutos, pero que en cuanto están media hora, tres cuartos de hora o una hora, ellos, con sus cosas, se agotan en sí mismos.
La situación en algunos casos es complicada, porque no suele haber marcha atrás, pero en este caso, como todo viene de la misma factoría propiedad de Buenafuente, la verdad es que Berto nunca se fue del lado de su lado, y ahora deberá concentrar sus ocurrencias para hacer mejor el programa de su «tito», y ocupar el lugar preponderante que logró en una maquinaria que funciona bastante bien. Y que conste que me parece que tiene base para estar solo con programa, pero en otra cadena todavía menos exigente en cuanto a audiencia. Pongamos que en La 2 que va siempre bajo mínimos en cantidad, pero que da espacio a la «Muchachada Nui», es decir oxígeno al humor elaborado fuera de los esquemas habituales.