Vacunándose contra el cambio posible
Miguel Sanz ahondó ayer en el lifting que intenta dar al panorama político de Nafarroa al expulsar del Gobierno a los consejeros de CDN. Sanz ejerce de guardián del marco constitucional en una plaza clave para los unionistas, Nafarroa, y ha demostrado que por esa «causa mayor» está dispuesto incluso a romper los lazos familiares que le unían al PP. También a realizar maniobras aparentemente arriesgadas como esta expulsión de CDN.
La ruptura del Gobierno navarro forma parte de una recomposición del mapa españolista diseñado por Miguel Sanz. Esta maniobra comenzó tras las últimas elecciones forales, con el pacto con el PSOE urdido en Madrid y acatado en Iruñea. Posteriormente vino una teatralizada ruptura con el PP, algo que bien pudo haber sido acordado dentro del pacto con José Blanco. También se escenificó una recomposición de relaciones con el Gobierno de Lakua que, si se tiene en cuenta que Patxi López gobierna con el apoyo del PP, supone un nuevo y aún más difícil ejercicio de malabarismo político. En este contexto la elección de Yolanda Barcina como sucesora de Sanz es uno de los episodios cuyo recorrido sólo el tiempo puede determinar. Y ahora llega este intento de liquidación de CDN, que busca compensar las cuentas electorales de cara a ese nuevo escenario. La excusa utilizada para esta maniobra no podía ser más significativa: la postura de CDN respecto a la normalización del euskara, o mejor dicho, la posible modificación, siquiera mínima, de la ley diseñada para obstruir esa normalización.
Los unionistas navarros advierten así de que no sólo van a intentar aniquilar a la disidencia independentista o a anular a la oposición vasquista, sino que también van a atar en corto al PSN y a cercenar cualquier discrepancia con su proyecto de una Nafarroa foral y muy, muy española. UPN, en resumen, cambia las piezas para que todo siga igual, y con ello refleja indirectamente su temor a un cambio político real. Por todo ello, es hora de realizar un diseño alternativo.