«Tras el divorcio no tenemos por qué ser amigos, pero sí socios»
Profesora del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la UPV-EHU, y autora de numerosas publicaciones, es también directora del grupo Harremanak, que trabaja en el estudio de relaciones personales. Su campo de investigación es el del divorcio y la separación, que ahora complementa con un nuevo postgrado universitario sobre esta materia.
Joseba VIVANCO
A mitad del siglo XIX el 5% de los matrimonios a nivel mundial terminaba en divorcio; actualmente se habla del 50%. Los problemas que ello acarrea están siendo, cada vez más, motivo de análisis y ayuda. Así surge el nuevo postgrado en Especialista Universitario en Divorcio y Separación de la UPV-EHU, presentado ayer en Donostia, y que comenzará a impartirse a partir del 2 de noviembre. Un título que viene a aunar la fragmentada preparación que la Universidad ofrecía en este campo.
Más que por qué, ¿para qué surge este título universitario?
El divorcio es en el Estado español una realidad social demasiado extendida como para no ser tenida en consideración. A pesar de que el divorcio como tal era inexistente hasta 1981, con un pequeño paréntesis en 1932 durante la Segunda República, el número de divorcios y separaciones han aumentado un 39% durante la ultima década, lo cual le ha situado en el tercer lugar de la Unión Europea con respecto al aumento del número de divorcios, después de Portugal e Italia. Así las cosas, el divorcio es, innegablemente, un tema que requiere un enfoque multiprofesional para su correcto enfoque y tratamiento. Jueces, abogados, psicólogos, asistentes sociales, educadores, médicos... El divorcio o la separación disuelven la pareja, no la familia. Y lo dañino para los hijos es el conflicto, no el divorcio en sí. Por eso es importante que las personas implicadas en el proceso, y los profesionales en torno a él, tengan nociones sólidas del proceso de divorcio y puedan saber cómo ayudar a gestionar adecuadamente ese conflicto.
Es posible sentirse bien tras el divorcio, defendió usted en la presentación de esta titulación. ¿En qué se falla, entonces, para que esto no sea lo normal?
Evidentemente, la mayoría de las personas experimentan una serie de emociones negativas como consecuencia del divorcio. Se sienten mal: enfadados, dolidos, solos, asustados, culpables, tristes... dependiendo de su posición personal y el papel que juegan en la historia del divorcio. Además, la mayoría de estudios publicados sobre el tema evidencian que las personas separadas o divorciadas puntúan más bajo que los integrantes de familias intactas en un buen número de indicadores de bienestar. El bienestar psicológico de los progenitores divorciados está muy relacionado con su adecuada adaptación al divorcio. Por eso decimos que no sólo es posible, sino también necesario sentirse bien tras el divorcio.
El divorcio es ya algo asumido en nuestra sociedad. Y, sin embargo, afirma, falta esa cultura del divorcio. ¿Por qué?
Falta, en general, una planificación fría y pausada del divorcio, y, sobre todo, del post-divorcio. Una cooperación entre la pareja de padres, entre la ex pareja. La cooperación entre la pareja de progenitores para la crianza de los hijos se considera uno de los factores que más contribuyen al desarrollo armónico de los menores, siempre, y aún más después de producido el divorcio.
¿Puede una pareja divorciarse y seguir siendo amigos?
Probablemente no; pero tampoco es necesario. No tienen por qué ser amigos, pero son «socios» en la empresa de sacar adelante a sus hijos e hijas.
Que no es lo habitual...
La necesidad de la pareja de progenitores de redefinir sus roles después de que el divorcio haya tenido lugar, en un contexto de emociones intensas y contrapuestas, es a veces una tarea exitosa; pero otras veces, se ve entorpecida por la dificultad de uno o ambos progenitores de adaptarse a la nueva situación y, dejando a un lado sus desavenencias, colaborar codo con codo en la crianza de los hijos, o al menos no boicotear o interferir con los intentos del otro progenitor.
¿Qué elemento nunca debe perder uno de vista cuando decide divorciarse... quizá que la vida sigue?
Sí, supongo que sí. Que la vida sigue y que no merece la pena atrincherarse en el rencor, la desvalorización, la venganza... Sobre todo porque eso dificulta la vida de los hijos, que muchas veces son forzados a optar por un progenitor o por otro, o se ven situados en el medio de un conflicto devastador.
¿Siguen siendo los hijos los paganos de este conflicto?
Creo que aquí los paganos son todas las partes implicadas: padres, madres e hijos. En el marco de las relaciones familiares post-divorcio, las diferentes perspectivas mantenidas por madres y padres, progenitores custodios y no custodios, pueden dar lugar a conflictos en las relaciones de coparentalidad. Según diversos autores, el conflicto entre los progenitores es uno de los factores que más afecta negativamente el ajuste de los hijos a la situación de divorcio.
«No hay cultura del divorcio. Falta, en general, una planificación fría y pausada del divorcio y, sobre todo, del post-divorcio»
«La vida sigue y no merece la pena atrincherarse en el rencor, la venganza... Sobre todo porque dificulta la vida de los hijos»